domingo, 26 de diciembre de 2010

El Fin de la Felicidad.

Todo lo que hacemos lo hacemos por la consecución de un objetivo, de un fin. Pero nos podríamos preguntar, ¿y es que existe acaso un fin final? Es decir, ¿existe algo por lo que todo se hace? ¿Hay un punto en el que se detiene esa cadena, el último eslabón? Veámoslo pues. Me levanto para ir a la facultad, voy a la facultad para aprender, aprendo para aprobar el curso, apruebo el curso para pasar a otro, quiero pasar a otro para al final obtener un título, y este título para luego conseguir otro que me lleve a una determinada profesión en especial, que es el medio habitual para conseguir dinero, que es medio imprescindible para alimentarse, adquirir una vivienda, un coche, hacer viajes, comprar cosas, formar una familia, es decir, para llevar una vida agradable. Una vida lo que podríamos denominar...feliz.

Tan pronto como llegamos al final de la felicidad nos encontramos con que no podemos ir más allá. Es como un camino que sabes que tiene fin, al estilo de un callejón sin salida. Mientras hay camino andas y andas, hasta que te topas con el muro que no te permite avanzar. Entonces,  ¿para qué quiero ser feliz? Es que mientras consigo todos esos objetivos, todas esas metas personales que me propongo a lo largo de mi vida… ¿acaso no soy feliz? ¿Tengo siempre que esperar? Podría aventurarme  a decir que a veces uno es más feliz y lo pasa mucho mejor completando esa serie de objetivos, alcanzando esas metas propuestas en comparación con luego la cosecha que recoge tras un largo período de plantación. Así pues ¿de qué fin es medio la felicidad? De nada, de sí misma. El medio para alcanzar la felicidad es la propia felicidad. Cuando intentamos ir más allá de la felicidad, lo que hacemos es describir nuestro propio modo de ser felices. Si nos preguntamos a nosotros mimos ¿Para qué quiero ser feliz? respondemos que para serlo simplemente o para vivir bien; pero es que vivir bien de una determinada manera es una forma concreta ya de ser feliz.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Por el bulevar de los sueños rotos.

Y de nuevo ese escalofrío que me parte en dos. Parece que efectivamente el ser humano es el único animal que es capaz de tropezar dos veces en la misma piedra. A veces intentamos hacer nuestros sueños realidad y lo conseguimos, pero otras…otras no los conseguimos, y como que al menos por un instante lo ves todo mal. Intentas animarte, porque claro, de qué sirve estar mal cuando estando bien parece que al menos no te afectan tanto aquellas cosas no muy agradables. Efectivamente, a veces nos decepcionamos con las cosas. No, perdón. No solo a veces, creo que casi siempre. El problema radica en que ponemos demasiadas expectativas en esas cosas, nos hacemos una idea idílica de cómo van a suceder los acontecimientos y claro, cuando por fin parece que estás como en un sueño, acaba ese viaje por el maravilloso mundo de las nubes y tocas tierra, abres los ojos y te das cuenta…te das cuenta de que nada, absolutamente nada es como se veía desde ahí arriba. Serán las nubes que tapaban y no te dejaban ver lo que era, será el sol que te destellaba demasiado para poder dilucidar lo que pasaba…no sé. 
Sólo sé que nada es como aparenta ser. Que la vida es como una función de teatro. Todos somos actores y actrices, todos tenemos un papel asignado desde el momento que pisamos escenario y tenemos que llevarlo a cabo para la buena consecución de la obra. Y es que a veces a uno no le gusta del todo el papel que le ha tocado desarrollar, pero qué se le va a hacer, es el que tiene, es el que hay. Y parece ser que no hay posibilidad de un cambio de última hora. 

viernes, 3 de diciembre de 2010

Carpe Diem.


Y hay que darse cuenta que la vida no es tan bonita como nos la pintan de pequeños. La vida, la verdadera vida, es una continua lucha y un continuo aprender. La vida es un continuo caer y volverse a levantar, caer de nuevo y volverse a levantar, porque… ¿Cuántas son las veces que os habéis caído y pensabais que no os podríais levantar nunca más? Miles de veces, estoy seguro. ¿Y cuántas os habéis levantado? Esas mismas miles de veces... estoy seguro.
Quizás lo que ya más “duela” sean los recuerdos. Nunca hay un porqué para un recuerdo. Llega de repente, así, sin pedir permiso. Y la verdad es que nunca sabes cuándo se marchará. Lo único que sabes es que lamentablemente volverá a tu mente de nuevo en algún otro momento, aunque por lo general son momentos... momentos que no quieres que vuelvan más. Aunque poco a poco me doy cuenta de cómo hacerlo, de cómo hacer que se marchen lo más rápido posible esos recuerdos. Basta con no detenerse demasiado en ellos. En cuanto llega el recuerdo hay que alejarse rápidamente, como el que huye de un peligro, hacerlo enseguida, sin miramientos, sin concesiones, sin enfocarlo, sin jugar con él, sin hacerse daño... Pero aunque sólo sean instantes, uno lo pasa mal, y tendemos a ponernos mal o incluso dejar asomar algunas lágrimas por nuestros ojos. Y es ahí cuando tenemos que decir ¿y vale la pena esto? ¿y vale la pena derramar lágrimas por algo o alguien que no es nada ya? Sinceramente, no se las merece.
En fin, si algo se aprende de todo, es que hay que vivir el momento, carpe diem. Hay que disfrutar de lo que tenemos, por poco que sea pero por eso mismo con más ahínco debemos conservarlo. Y nunca, pero nunca, olvidemos que el único tiempo que podemos perder es el que todavía no ha llegado, porque el tiempo que pasa no lo puedes recuperar. El tiempo pasa inexorablemente por nuestras vidas y cada instante que va pasando no se volverá a repetir nunca más. Nunca más vivirás ese segundo, ese minuto, ese momento...que ya pasó.

martes, 16 de noviembre de 2010

La vida.

La vida, lo que para unos es un simple trámite que hay que pasar, para otros es algo más que eso. Simplemente es algo más que la mayoría de las veces ni sabemos que es…
Quien no lo sepa ya lo aprenderá de prisa: la vida no para, no espera, no avisa, ni se hace tu amiga. La vida es un juego con una partida, nos trata de tu, nos grita, nos pega, nos mima, nos reta, nos pone un examen al día. La vida es lo único que manda en esta vida. La vida no es tuya, ni de él ni de aquél. La vida es la vida, nos pone y nos quita. Tantos planes y tantos planes, que al final acaban vueltos en espuma y en llamas: arden, desaparecen y sólo nos quedan las cenizas.
¿Quién sabe cuándo es el momento de decir: venga, ahora? Si todo el mundo alrededor te está gritando: ¡Vamos vamos, no te pares, sin demora!
La vida, lo que yo considero el regalo más grande que tenemos cualquier ser vivo por el mero hecho de existir, ya seamos personas o incluso animales, y por ello qué mayor regalo que vivir…

La vida, ese regalo que no todos esos seres vivos saben valorar en su correcta medida, en especial las personas. Las personas somos los únicos animales que son capaces de tropezar en la mima piedra dos veces, y a veces por el mero hecho de tropezar ya pensamos que no vale la pena la vida. Por supuesto que sí, por supuesto que vale la pena la vida, vivirla y luchar por aquello que uno quiere, desea, anhela… en esos momentos, en esos instantes en que uno se lo propone, en que todo parece posible y todo puede cambiar, en que todo está al alcance de nuestras manos, todo es fácil, bonito, mágico... Pero claro, ese momento nos dura poco. De repente se nos presenta la duda, el miedo a equivocarse en lo que vamos a hacer, incluso a no haber entendido del todo bien lo que queremos, lo que tu corazón siente de verdad y entonces no todo sale como uno quiere y nada, otro propósito fallido…


jueves, 11 de noviembre de 2010

Del amor al odio hay tan sólo un paso.


Dicen que del amor al odio tan sólo hay un paso. Pues bien, tienen razón. Esto es porque el odio tiene la misma intensidad que el amor. Llegas a querer tanto a una persona que no te puedes imaginar tu vida sin ella, pero cuando te hace daño, la ves con otros ojos y sin darte cuenta esos sentimientos positivos cambian radicalmente al odio. Sufrir por amor es morir en vida. Así que como prefieres no sufrir por su culpa, empiezas a crear rabia a su alrededor y cuando te das cuenta, esa rabia es el odio, y cada día que pasa la odias más y no soportas ni ver a esa persona. En cierto modo, esto a veces se hace como medida de protección, porque quieres dejar de sufrir por culpa de esa persona.
Yo sé lo que es querer muchísimo a una persona, tanto que daría mi vida por ella, y en cuestión de días llegar a odiarla como al mismísimo diablo. Y me diréis, ¿porqué? Porque ahora (una manera de hablar, ya hace tiempo que me dí cuenta) uno se da cuenta de la verdad de todo, se da cuenta que la función que uno tuvo en su momento y era la de un simple juguete, un capricho, para cierta persona, y que cuando se hartó de esto, se deshizo de mi como quien se deshace del papel del bocata del recreo, lo arruga y lo tira a la basura. Un capricho de una tarde de verano. Y no me arrepiento en el fondo...¿sabéis? porque me sirve para aprender de los errores, porque esta persona ha sido un error en mi vida, y de los errores yo aprendo y después encima, ME RÍO. Porque este es uno de esos errores de lo que luego te acabas riendo. Claramente, no le merecía. Yo soy mil veces mejor que esta persona, y mil millones de veces mejor que con la persona con la que está actualmente. En el fondo, ha sido tonta, ya que es como quien tiene un deportivo y lo cambia por un coche normal y corriente. Pero lo evidente es lo evidente. Pues de manera similar ha hecho esta persona. Se le podría calificar de muchas maneras. Tenemos una gran cantidad de adjetivos en nuestra gramática española para ello, pero es que creo que no se merece ni que se le describa con uno de ellos. Los adjetivos tienen más clase y estilo que la susodicha como para nombrarla con ellos. Esta niñata (porque no existe otra manera más bonita de dirigirse a ella aquí) no se merece NADA. La verdad es que tiene más de lo que se merece. Por el hecho de vivir ya tiene más de lo que se merece en realidad. Creo que no sabe ni lo que son los sentimientos, lo que es tener corazón...nada de eso.
Sinceramente, quien me lea, que me haga caso y que jamás de los jamases comience una relación a distancia si ambos no están convencidos de luchar por ello, porque luego pasa lo de siempre. Entre otras cosas, que uno de los dos SIEMPRE, sin excepciones, da más que otro. Con esto me demuestra varias cosas esta persona: que no tiene PALABRA para nada, dijo que sería para siempre, y tan sólo fue un suspiro; que no es tan fuerte como se anuncia, no luchó en ningún momento por esto, se dejó vencer claramente; que no es digna de mi, ahora me doy cuenta de lo muchísimo más que valgo yo que esta persona;  y muchas cosas más que no me quiero extender en ellas.
Para acabar, a ese ser humano le digo que me da PENA. Me da pena porque no supo valorar lo que tuvo. Ya te darás cuenta de lo que tuviste y de lo que perdiste, si es que tienes un poquito de cerebro al menos. Y recordad, que uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Primer palo...

Me quiero morir. Eso es lo que pense cuando me marché. Cuando cogí el avión, hace apenas dos años. Quería acabar con todo. Sí un simple accidente era lo mejor. Para que nadie tuviera la culpa, para que yo no tuviera que avergonzarme, para que nadie tuviera un porqué. Recuerdo que el avión se movió durante todo el viaje. Había una tormenta y todos estaban tensos y asustados. Yo no. Yo era el único que sonreía. Cuando estás mal, cuando lo ves todo negro, cuando no tienes futuro, cuando se pierde esa ilusión, esas ganas de seguir luchando por eso... cuando no tienes ya nada que perder,cuando... Cada instante es un peso enorme, insostenible. Y resoplas todo el tiempo. Y querrías liberarte como sea. De cualquier forma. De la más simple, de la más cobarde, sin dejar de nuevo para mañana ese pensamiento: ella no está. Ya no está. Y entonces, simplemente, querrías no estar tampoco tú... Desaparecer.
Pero la verdad, no vale la pena. No vale la pena, porque la vida no acaba aquí y ahora. Esto no es el fin, esto no es más que el comienzo. Todo tiene que pasar y pasó, simplemente.
Ciertamente, las tragedias ocurren. Podemos descubrir la razón de porqué pasan, culpar a otros por ello, o imaginar qué diferentes habrían sido nuestras vidas sin ellas. Pero nada de esto tiene importancia: ya pasaron, y listo. A partir de ahí tenemos que olvidar el miedo que nos provocan, olvidar esas cosas que pasaron e iniciar la reconstrucción. Lo que hay que hacer es usar ese pasado a tu favor, es decir, hay un pasado que no me deja satisfecho, pues es tan sencillo como olvidarlo ahora y ya, aunque eso que se dice tan sencillo cuesta verdaderamente horrores cuando esas cosas que ahora no te dejan satisfecho te importaron y luchaste por ellas a más no poder. Más bien, además de olvidar todo eso, tendré que imaginarme una nueva historia para mi vida y creer en ella. Eso de usar tu pasado a tu favor…concentrarse sólo en los momentos en que conseguí lo que deseé, y esa fuerza me ayudará a conseguir lo que deseo ahora. Si pude antes ¿porqué no ahora? pregunta tan sencilla y tan difícil a la vez...la verdad.
Todo esto, más que una pérdida de tiempo, fue un tiempo empleado en aprender, una vivencia más, una experiencia más para tu curriculum personal de la vida...y es así. Las cosas son difíciles, pero no imposibles, lo improbable es por definición probable.
De todo se aprende algo.
He aprendido que todo en esta vida tiene remedio, todo tiene solución, todo menos la muerte...algo a lo que a fin de cuentas estamos destinados todos, es el ciclo vital, aún así no descarto la posibilidad de que hasta para eso se le encuentre una solución. He aprendido a ver las cosas con otros ojos, a abandonar ese "cuento de hadas" donde todo es bonito y perfecto. He aprendido a poner los pies sobre la tierra. He aprendido a ver lo que es verdaderamente importante, y es estar rodeado de gente que no sólo está contigo en los buenos momentos, si no también en los no tan buenos. Y te hacen reír, te arañan esa sonrisa de tu boca, y te hacen ver que la vida hay que vivirla y disfrutarla, que la vida son dos días...
Todo llega. Por eso estoy tranquilo. Cuando una persona, cuando alguien de vosotros quiera algo, no lo busquéis, porque vendrá a vosotros y vosotras en el momento y lugar que menos os lo esperéis.
Y es que, cuando uno va creciendo, va descubriendo ya que defendiste mentiras, que te engañaste a ti mismo o que sufriste por verdaderas tonterías. Pero si eres un buen guerrero, no te culparás por ello, pero tampoco dejarás que tus errores se repitan.