martes, 29 de marzo de 2011

Burbuja.

Y uno comienza a aprender a separar las personas que son imprescindibles de aquellas que son importantes. Que aunque parezca lo mismo, no lo es. Aunque también, y más interesante, es separar todas ellas (que no es poco) de aquellas que tan sólo aparentar ser lo que no son. De esas que se visten de importantes, de necesarias, de imbéciles. De las que se las dan "de..." y no son nada. Y cuando tienen que atacarte lo hacen sin reparo alguno. Pero para ello confío que el tiempo, tarde o temprano, ponga a cada uno en el lugar que le corresponde.
Pues bien, por eso es importante realizar esta distinción y que sepas en qué cajón ubicar al ser humano en cuestión. Porque en función de la etiqueta que sabes que tiene y le marca, te esperas tal o cual acontecimiento.
Y uno comienza a aprender a crearse un escudo, lo que yo denomino una auténtica burbuja. Para que entendáis a qué me quiero referir acudiré a nuestra gran institución cultural. Según la Real Academia Española, en su acepción número dos sobre dicho término, burbuja, dice que es un habitáculo hermético y aislado del exterior. Exactamente a esto me estoy refiriendo. A una burbuja donde poder acudir, donde poder introducirte cuando suceda algo que te puede llegar a herir esa parte sensible que todos poseemos. Y esto sonará... ¿infantil, quizás? La verdad es que prefiero sonar de esa manera, que sentir dolor, sufrir e ir llorando por las esquinas dando pena. Porque para pena ya la dan esos pobres niños y niñas que se encuentran en algunas zonas de nuestro planeta muriéndose de hambre y de enfermedades que aquí curaríamos con una simple pastilla. ¡Eso sí que da pena! Pero aún así nadie parece hacer nada. Nadie mueve ni el meñique de su mano por ellos. No nos engañemos. Entonces, visto esto, ¿van a hacer los demás algo por ti cuando te vean en ese estado penoso y casi rozando el ridículo? Creo que no. Y si tienes la suerte de que sí, considérate afortunado, querido ser humano.
Así pues, es fantástico poder recurrir a tu bonita burbuja siempre que quieras y siempre que sepas controlarla. Aunque eso sí, como todo, necesita un pequeño mantenimiento. Claro. Porque como dejes de llevarlo a cabo y dejes a tu burbuja de la mano de Dios, va a llegar un momento, un preciso intante, en el que vas a comenzar a sentir dolor de nuevo. Entonces si ocurre eso es que algo no anda bien y debe haber una pequeña especie de filtración o algo por donde se nos está colando el susodicho. Pues coges, lo reparas y listo. A seguir adelante. Porque no debemos dejar que nada ni nadie nos hunda. Y esto sonará épico y tal, pero es que es así. Y si alguna vez te ocurre, tranquilo, que eso quiere decir que eres persona. Porque estar de bajón es humano, como creo recordar que decía una canción. Y es tan natural como el canto de los pájaros, como que llueve hacia abajo, como la vida misma.
Entonces, está bastante bien eso de la burbuja. Porque te ayuda a seguir viviendo tu vida tal y como llevas haciendo ya años y aislarte de aquello que te cause mal para ti.  Ojo, digo aislarte de aquello que te lastime. No digo que te conviertas en un humano autista.  Dios me libre. No promuevo el autismo. Promuevo que la gente deje de sufrir y que viva su vida feliz haciendo lo que le venga en gana sin ese agobiante  "qué dirán". ¡Pues que digan lo que quieran! Tú (si se me permite el uso del lenguaje de la calle) a tu rollo.  Y te sentirás mejor. Porque a pesar de todo es TU vida y la configuras como TÚ, y soló TÚ quieres. Creo que es bastante sencillo de entender ¿verdad? Si uno vive de una determinada manera y siguiendo un determinado estilo de vida, puede ser lo más discutible del mundo. Por supuesto. Pero bueno, para gustos ya están los colores. Entonces si vive así, déjalo en paz, que por algo será.

viernes, 18 de marzo de 2011

Blue Dreams.

Los sueños siempre tienen un color. Unas veces tienen uno y otras otro, como todo. Yo digo que azul. ¿Porqué? Porque depende del sueño, ese azul se torna de una tonalidad u de otra. Por ejemplo, si tenemos un bonito sueño, un sueño que cuando suena el despertador, es el aparato que más odias en ese instante, el azul será clarito, un luminoso azul celeste. En cambio, si tenemos un mal sueño, lo que se dice una auténtica pesadilla, de la que lo único que quieres hacer es correr, huir, escapar... ese azul se tornará oscuro, un azul marino fuerte.
Para mi, como he dicho, los sueños son
azules. Y para ti, ¿de qué color son?.

martes, 1 de marzo de 2011

Ella.

Y me sentía mal. Más que mal. Nada me salía a derechas y todo era un fracaso tras otro, derrota tras derrota. Uno ya se cansa de tanto perder siempre. También le gusta ganar de vez en cuando. Siempre unos con tanto y otros con tan poquito, tan poquito que es que ni lo suficiente, ni lo mínimo, para tirar adelante, para seguir con este continuo sin sentido. Y lo que necesitaba era algo, realmente la necesitaba a ella más que nunca. Se dice que no se sabe lo que se tiene hasta que no lo pierdes ¿verdad? Pues yo la perdí, hace mucho mucho…tanto que ni recuerdo cuándo fue la última vez que la vi, cuándo fue la última vez que estuve con ella a mi lado, sujetándola como si fuese lo último que quería perder en este mundo. El caso es que llevaba ya tiempo en busca de ella pero no daba, no la encontraba ni queriendo. Miré, busqué, rebusqué por todos los sitios, por todos los rincones de mi, pero nada. Finalmente, fui al último sitio que me quedaba por revisar, mi corazón. Cuando llegué había una nota allí de ella misma que decía: 
“Me voy de vacaciones por un tiempo, espero volver pronto.
Firmado: La Felicidad”.