sábado, 31 de agosto de 2013

La cuesta de septiembre.

Se acaba agosto. Y con ello, para mi al menos, el verano. Ya empieza el tan temido mes comparable a los lunes de cada semana: septiembre. En realidad no sé porqué la gente le llama a enero que es "la cuesta". Supongo que es porque empieza el año y demás. Pero vamos, que para mi la cuesta comienza en este mes. 

Llevo ya unos cuantos años en los que el inicio de todo comienza en septiembre: comienzan las clases, nuevos proyectos que afrontar, esperanzas e ilusiones regeneradas tras la gran temporada estival (para algunos más tranquilita que para otros, por los maravillosos exámenes de recuperación, pero eso es otro tema)... E incluso me planteo más nuevos propósitos en septiembre que en enero, sinceramente. Enero ya se ha convertido para mi en un simple mes más que es la puerta que conecta un año con otro, pero no entre una "vida antigua" y una "nueva vida" ni nada por el estilo. Llamadme raro.

Además, que hoy en día y con los tiempos que corren es más cuesta aún septiembre que enero, puesto que para las familias, especialmente con hijos que van al colegio, es un verdadero suplicio eso de llegar a fin de mes (de por sí lo es, con esos gastos extra de índole escolar, aún más). 

En fin... que lo "bueno" se ha acabado. Y lo entrecomillo porque no quiere decir que ahora llega lo malo. Ahora llegan días e incluso semanas que van a estar llenas de agobio, nervios, preocupaciones, mucho trabajo que hacer... pero no por ello son malas. Al revés, se supone que hacemos eso porque queremos, unos por labrarse un prometedor futuro, otros porque es su día a día y su forma de ganarse la vida. Así de simple. 

Así pues, ya lo único que toca es ir calentando motores para comenzar una nueva etapa con las máximas energías posibles. Y hacer que cada día valga la pena vivirlo y sintiéndonos útiles. ¡Que el tiempo pasa rápido y no podemos dejarlo escapar!