De camino al viejo embarcadero de la playa contemplaba como el astro rey se escondía entre las nubes, haciendo desaparecer cualquier rastro de él. Es entonces cuando, aprovechando esa calma y con el natural hilo musical del oleaje de fondo, abría su cuaderno y comenzaba a reflejar en él lo que por su ajetreada mente fluía. Cada duda. Cada pensamiento. Cada palabra.
Tartas con el azúcar de un año, cafés que reviven tardes caídas, Diancie para todos, de Bruno por la vida, la vuelta a Hoennostalgia, un caballero muy singular, una buena dosis Raymaniasca y una sospechosa vaca.