sábado, 25 de junio de 2011

Yo amo los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles...

...como pompas de jabón. Sí, sólo son pompas de jabón. Simples pompas de jabón. Pequeñas y con escaso tiempo de vida frente a nuestros ojos. Salen todas al unísono impulsadas por nuestro aliento hacia el mismo destino y en ese mismo instante te inunda un infantil sentimiento de alegría. En cuestión de segundos, una tras otra, van descendiendo lentamente a cual hoja cae del arbol en otoño. Y al rozar, según con qué superficie, dejan apenas una pequeña latente huella de sí. Queda estancada por un instante el alma del pequeño soplador, como si hubiese emprendido un viaje con rumbo a merced del viento y hubiera perdido a mitad de camino a su compañero. 
Y en ese mismo instante te inunda un infantil sentimiento de alegría.
Pero la melancolía dura poco, hasta que vuelve la alegría del juego con su cruel sucesión. ¿Qué son las esperanzas frustradas sino ocasiones para nuevos intentos? Aun así, el juego prosigue incansablemente. Vuelven a flotar las pompas desde lo más alto y de nuevo divisa el soplador sus frágiles obras de arte con alegría durante su vuelo por el delicado espacio que las rodea. 
Cuando una de ellas es grande y fuerte, se eleva contra todo pronóstico, esquivando los obstáculos que, sin duda, con apenas un roce la harían fallecer. Cuando se eleva hacia el cielo hasta que tu vista no la alcanza...

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