Me hacen mucha gracia las personas que mienten. No hay nada más que odie en este mundo que la mentira. (O cuando se te queda comida entre los dientes, tampoco lo soporto). Creo que es el momento en el que más llega a usar el cerebro el ser humano, y desarrollar una maravillosa inventiva para intentar oscurecer lo claro, y complicar lo fácil. Intentando evadirse de lo que es evidente, que rompen las palabras con cosas que no son, que se han desarmado ante nosotros mostrando su verdadera cara: que son unos falsos. Y, lo más importante de todo, que dejas de confiar en ellos. ¿Por qué? Porque si lo han hecho una vez... ¿quién te dice a ti que no lo volverá a hacer?

De camino al viejo embarcadero de la playa contemplaba como el astro rey se escondía entre las nubes, haciendo desaparecer cualquier rastro de él. Es entonces cuando, aprovechando esa calma y con el natural hilo musical del oleaje de fondo, abría su cuaderno y comenzaba a reflejar en él lo que por su ajetreada mente fluía. Cada duda. Cada pensamiento. Cada palabra.
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sábado, 31 de mayo de 2014
miércoles, 30 de enero de 2013
"Y es cuando te das cuenta, que todo el mundo se ha ido, que estás tú sólo y nadie más. Que aunque haya personas que siempre van a estar ahí, tarde o temprano se irán. Que nada es para siempre. Que todo es efímero. Es un sentimiento de vacío interior. Como si te desgarrase por dentro. Soledad. Sentir como, a pesar de estar en una habitación llena de gente, te sientes solo. Que por mucho que grites, nadie querrá podrá escucharte. No sabes lo que haces. No entiendes el sentido de nada. Y mucho menos ya quieres encontrárselo. Nada tiene sentido. Ni el porqué las letras "d" y "k" de mi teclado las adorna una lágrima. No tienes ganas de nada. Sólo tienes ganas de no estar. De no ver. De no sentir. La ignorancia. Modo stand-by desde por la mañana hasta por la noche. Cuesta. Todo cuesta cada vez más. Mucho más que la vez anterior. Impotencia. Impotencia de no poder controlar las cosas. De no poder separar pensamientos. De no poder olvidar recuerdos. De no poder cambiar cosas. De no poder viajar al pasado. De no poder revivir momentos. De no poder parar el tiempo. No. No se puede. Y nunca se podrá. Acéptalo. Va siendo hora. Crece. Enfréntate a tu rival. No, no puedo. Él es fuerte. Muy fuerte. Más que yo. No soy nada. ¿Qué soy? Nada. ¿Qué hago bien? Nada. Qué, qué, qué... ¿Por qué? Me pregunto siempre. Porqué. Porqué soy así. Qué pesimista eres. Eh. Hay que ver. No, realista. Bah. Es igual..." —el chico, rendido, quedó dormido sobre su pequeño cuaderno. Al inicio de aquella página podía leerse una pequeña frase que, aunque se encontraba levemente humedecida, decía:
Porque a veces te sientes igual aunque pase el tiempo...
domingo, 16 de diciembre de 2012
Estoy harto.
Estoy harto de que se me hable a voces cuando yo hablo a un tono más que normal.
Estoy harto de sentirme mal por cosas que yo ni he dicho, y menos, ni he hecho.
Estoy harto de que se me haga ver de una manera que no soy.
Estoy harto de tener que callarme una y otra vez aun sabiendo que tengo la razón.
Estoy harto de oír el dichoso "shh, cállate, HE DICHO QUE TE CALLES."
Estoy harto de no oír un buenas noches pero sí que apague la luz.
Estoy harto de tener que hacer esfuerzos por los demás pero que luego por mi, llegada la hora, nada.
Estoy harto de que se me haga sentir como el "raro", el "estorbo", el "vago", el "bastardo".
Estoy harto de tener que vivir siempre bajo unas directrices que no son, ni de lejos, las que me merezco.
Estoy harto de aun estando mal, tener que ponerme una sonrisa en la cara para aparentar "normalidad".
Estoy harto de no poder dormir a gusto y sin ningún tipo de preocupación ni una maldita noche.
Estoy harto de muchísimos sin sentidos que me rodean constantemente.
Estoy harto por esto y por muchas cosas más.
Estoy harto de vosotros.
Estoy harto de ti.
martes, 14 de febrero de 2012
Vosotros lo llamáis San Valentín. Yo, el día de El Corte Inglés
Pedirle un detalle a alguien es como exigir que te aprueben un examen. Es decir, que no es normal. Para aprobar un examen, por regla general, se debe estudiar de manera que le demuestres al que te corrige que tienes los conocimientos suficientes acerca de la materia como para que considere que, por lo menos, tienes una mediana idea de ello. Por lo tanto, requiere un esfuerzo personal, una fuerza de voluntad que la única persona que puede hacer que nazca es uno mismo. Ni tus padres, ni tus amigos ni nadie. No obstante, éstos te ayudan a ello con sus ánimos y demás. Pero la fuerza de voluntad no te la dan ellos, debe salir de ti mismo.
Pues un detalle, o los detalles en general, les ocurre igual. Que no tienen porqué exigirse a una persona para que los tenga contigo. Son como regalos. Y los regalos que yo sepa no se piden, simplemente se esperan. A no ser que quieras algo totalmente fingido o artificial, a lo que puedes dejar de leer esta parrafada fruto de una reflexión personal matutina conmigo mismo.
Pues bien, hoy justo hace un año escribí acerca de este día, del catorce de febrero. (Podéis leerlo aquí.) Del día inventado por El Corte Inglés para promover aún más el amor consumismo a pesar de estos tiempos que corren de crisis debilitamiento económico. La cosa es que me hace mucha gracia alguna de las cosas que se leen por ahí, principalmente Twitter (sí, por si no lo sabéis, amo esta red social).
Es que, en serio, me frustra demasiado y me da asco (ahí, en negrita subrayada para que se note) cuando dicen hoy es 14 de febrero, día de los enamorados. Y digo yo, ¿qué narices pasa aquí? ¿Que el resto del año ya no se está enamorado? ¿Que si hoy no demuestras tu amor incondicional a tu pareja se acaba todo o qué? ¡Venga ya!
Es que entonces eso sería lo mismo que decir que un padre no es padre menos en el día del Padre. Un padre es padre todo el año; y una madre es madre todo el año y no sólo el día de la Madre, y ya está leñe. Pues lo mismo con la pareja, ¿no creéis? Pues eso. Que los detalles no tienen fecha de caducidad como los yogures. Que los puedes tener en el momento que quieras, en el momento en el que más te apetezca o, como yo, en el momento en el que los sienta de verdad, de corazón.
domingo, 7 de agosto de 2011
Odio ser de carne y hueso en una sociedad de plástico.
Esto es como el juego de la oca. De batalla perdida en batalla perdida y tiro porque me toca.
Lo que más duele de todo, por así decir, es que a pesar de perder uno tiene y debe de sonreír. Aunque sea de manera falsa o artificial. Intentar seguir adelante como buenamente puedas. Ya sea porque pienses que has podido perder una batalla pero no la guerra entera; ya sea porque a penas que te vean ladear la cabeza, te están preguntando que qué te pasa. Cuando tú de lo que menos tienes ganas es de hablar del tema, para no recordar nada.
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Aunque sea de manera falsa o artificial... |
En esta batalla, o mejor aún, en esta guerra, ya uno no sabe con qué armas luchar o si ni tan siquiera seguir luchando, por muy de cobardes que suene. Porque total, ¿sabéis una cosa? Soy humano, señoras y señores. Humano que al final acaba cansándose de todo. Humano que nunca parece dar la talla. Humano que parece no vale en absoluto, o así se lo hace ver el resto de seres humanos. Humano demasiado vulnerable a eso considerado por algunas personas sentimientos y por otras, simples juguetes de plástico.
jueves, 26 de mayo de 2011
Como a los tontos...
Me estoy dando cuenta que a veces lo mejor es dar la razón a la gente aunque no la tenga. Sí. Como se suele decir, dar la razón como a los tontos. Así ambas partes salimos ganando en todo esto: ellos quedan completamente satisfechos de lo que están diciendo, sin comerte tanto la oreja y pensando que son los mejores de este mundo y que tienen la razón en todo: Y nosotros, nos vamos de esa batalla de palabras que nos cansa la oreja, nos ataca a nuestra cabeza y no nos deja vivir como nosotros queremos, como nosotros estamos bien, felices y a gusto. Que pienso yo, que mientras vivas de una determinada manera en la que no hagas daño a nadie no es malo. Quizás, tu único error, sea preocuparte por los demás. Es probable a la par que inevitable.
Pero ya se dice...que se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar. Aunque claro, se da la paradoja que cuanto más callamos más cosas tenemos que decir y más grande es el esfuerzo por callar. ¿Te imaginas un mundo en el que se pudiera hablar sin tapujo alguno de todos aquellos sentimientos de amor, de odio o de las dudas o protestas que nos surgieran? Qué a gusto nos quedaríamos ¿verdad? Pero que disgusto le daríamos a más de uno. O gusto, quién sabe.
martes, 1 de marzo de 2011
Ella.
Y me sentía mal. Más que mal. Nada me salía a derechas y todo era un fracaso tras otro, derrota tras derrota. Uno ya se cansa de tanto perder siempre. También le gusta ganar de vez en cuando. Siempre unos con tanto y otros con tan poquito, tan poquito que es que ni lo suficiente, ni lo mínimo, para tirar adelante, para seguir con este continuo sin sentido. Y lo que necesitaba era algo, realmente la necesitaba a ella más que nunca. Se dice que no se sabe lo que se tiene hasta que no lo pierdes ¿verdad? Pues yo la perdí, hace mucho mucho…tanto que ni recuerdo cuándo fue la última vez que la vi, cuándo fue la última vez que estuve con ella a mi lado, sujetándola como si fuese lo último que quería perder en este mundo. El caso es que llevaba ya tiempo en busca de ella pero no daba, no la encontraba ni queriendo. Miré, busqué, rebusqué por todos los sitios, por todos los rincones de mi, pero nada. Finalmente, fui al último sitio que me quedaba por revisar, mi corazón. Cuando llegué había una nota allí de ella misma que decía:
“Me voy de vacaciones por un tiempo, espero volver pronto.
Firmado: La Felicidad”.
viernes, 21 de enero de 2011
Injusto y sin sentido.
Caminamos en busca de algo sin saber el qué realmente. Aunque bueno, es importante saber que en ese camino en esa búsqueda incesante de eso a lo que algunos denominan felicidad, otros bienestar y otros simplemente no saben ni cómo llamarlo, no vayas solo. Porque hay personas que no son de estar solas, hay seres que no saben vivir en soledad. Y con esto quiero decir que sí, hay seres que si que saben (o es que ellos quieren) vivir así. ¿Curioso verdad? A veces que lo único que queremos es estar solos y vivir nuestra vida independientemente de los demás, a cual huraño en su cueva. Allá cada uno con su vida, ahí yo no me meto. No obstante, otros buscamos precisamente lo contrario. El ser humano qué curioso que es… A lo largo de ese camino vamos conociendo a personas, tan peculiares como las piedras, ni una igual, ni una idéntica, todas distintas y con algo nuevo que ofrecerte. Y en ocasiones esa persona te provoca en tu interior un algo especial que no sabemos cómo denominar. Y si estáis pensando en la palabra ‘amor’ no, no es amor precisamente. Ni siquiera ‘amistad’ en sentido estricto. Es un algo indescriptible. La cosa es que, sientes algo que no sabes definir. Al principio todo es genial, porque todo sigue a cual guión establecido. Pero nada, pasa un pequeño espacio de tiempo y como que parece que para esa persona ya ni existes ni nada. Y a pesar de intentar mandarle señales con bengalas diciéndole “Eh, eh ¡Qué estoy aquí! ¡Qué sigo aquí! No te olvides de mi, que yo no me olvido de ti…”, ni caso. Lo que se dice (y permitidme la palabra) ni puñetero caso.
Pero claro, luego ves que hacia otras personas sí que mantienen esa “pequeña” relación que tú más quisieras la mitad de la mitad que esa. Te das cuenta que eres un Don Nadie. Un Don Nadie que continúa por ese camino a cual alma errante, pero sin contar con esa persona ya. Y te duele, ¡claro que te duele! Te duele porque te hubiera gustado que te acompañase, no todo el trayecto, tampoco pidamos peras al olmo, pero sí mucho más de lo que lo ha hecho. Porque pensabas que podrías llegar a ser…algo parecido a lo que es un amigo. Ojo, digo parecido. Algo parecido a lo que es dos personas normales que mantienen una relación más o menos llevadera y buena. Pero nada, ya la mínima relación (y si es que hay) que mantenga hacia ti es algo ya completamente artificial y lo más importante… ¡exclusivamente porque sale de ti! Tampoco te vayas a pensar que al menos sale de esa persona el iniciar algo similar a lo que se le denomina una “conversación”. De eso nada. Porque según el sistema lingüístico para que haya una conversación debe haber dos personas, llamadas emisor y receptor, y lo que queremos transmitir, un mensaje. Pues bien, la mayoría de las veces “no hay” ni mensaje. Lo entrecomillo porque es así. Se trata de un mensaje falto de contenido, con palabras vacías por dentro y sin nada que ofrecerte y mostrarte.
En fin, hay que asumirlo queramos o no. Porque desgraciadamente y sin saber porqué, nos convertimos en la miserable sombra de lo que fuimos y por culpa de eso verdaderamente se pasa mal. Lo mismo esas personas están ahora mismo…no sé que estarán haciendo, pero sea lo que sea, seguro que no estás tú en su mente precisamente, pero ni ahora ni a lo largo (de nuevo permitidme la palabra) del todo el puñetero día. Ni una miserable milésima de segundo de las veinticuatro horas que tiene el día. Y lo sé, porque lo sé. Eso me llena de una profunda tristeza. Porque yo al menos mientras escribo esto pienso en esas personas. Esto es fruto de ellas, precisamente. ¿Qué paradoja, cierto? La vida en sí mismo es una auténtica paradoja. Pues eso. Y así un día y otro día… Siento cada vez más que mi papel aquí es meramente formalista y presencial, y nada más. Ya uno no disfruta como antes, porque no. Sinceramente, no sé qué hago aquí. No sé qué hago aquí en este mundo tan verdaderamente injusto y sin sentido. Hasta que el vaso acabe por colmar. Y ya entonces a ver qué pasará con el agua que se derrame…ya lo veremos.
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