domingo, 16 de diciembre de 2012

Estoy harto. 
Estoy harto de que se me hable a voces cuando yo hablo a un tono más que normal.
Estoy harto de sentirme mal por cosas que yo ni he dicho, y menos, ni he hecho.
Estoy harto de que se me haga ver de una manera que no soy.
Estoy harto de tener que callarme una y otra vez aun sabiendo que tengo la razón.
Estoy harto de oír el dichoso "shh, cállate, HE DICHO QUE TE CALLES."
Estoy harto de no oír un buenas noches pero sí que apague la luz.
Estoy harto de tener que hacer esfuerzos por los demás pero que luego por mi, llegada la hora, nada.
Estoy harto de que se me haga sentir como el "raro", el "estorbo", el "vago", el "bastardo".
Estoy harto de tener que vivir siempre bajo unas directrices que no son, ni de lejos, las que me merezco.
Estoy harto de aun estando mal, tener que ponerme una sonrisa en la cara para aparentar "normalidad".
Estoy harto de no poder dormir a gusto y sin ningún tipo de preocupación ni una maldita noche.
Estoy harto de muchísimos sin sentidos que me rodean constantemente.
Estoy harto por esto y por muchas cosas más.
Estoy harto de vosotros. 
Estoy harto de ti.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Dependencia emocional.

Una enorme confusión se cierne sobre mi siempre que intento escribir acerca de algo. Aun teniendo el tema del que quiero escribir, un auténtico ejército de palabras rompen filas en mi cabeza sin dejar lugar al orden. Se mezclan así emociones y sentimientos, pensamientos y palabras que no permiten a un servidor enviar el mensaje que quiere al receptor. Al igual que dicen que cuando decimos algo y rima es verdad, cuando tienes un gran desorden en tu cabeza acerca de un tema, quiere decir que tienes tanto que decir al respecto, que no sabes ni por dónde empezar a tejer tu bufanda de palabras. Pero bueno, intentaré formar frases coherentes con las que rondan ahora mismo por mi ajetreada cabeza, como cuando intentamos formarlas con cada consonante o vocal de una sopa de letras.

Dependencia. Venía a hablaros de eso. ¿De la dependencia a secas? No. De la dependencia emocional. Esa que jode más que la material. Podríamos decir que la dependencia material se da lugar, normalmente y mayoritariamente, durante aquella etapa en la que somos pequeños. Esa dependencia material que teníamos hacia nuestros juguetes, la cual nos produce un sentimiento de tristeza, ira o enfado cuando alguien nos toca lo que es nuestro y solamente nuestro. Pero esta dependencia no desaparece durante una edad más temprana. Es más, es precisamente cuando crecemos cuando esa dependencia material parece que se nos transforma a una dependencia más bien emocional. Todo ello, pienso, consecuencia de madurar. De darnos cuenta que vale más lo emocional que lo material. Al menos para mi. Que lo material se ve, se puede valorar económicamente pero que sólo nos llena temporalmente: al contrario que sucede con lo sentimental. Esa transformación, al igual que cuando se nos caen los dientes de leche y comienzan a salir los definitivos, duele. A unos más que a otros, pero duele. 

Dependencia emocional... dependencia a una persona. Más bien, a los sentimientos de ésta. Es un asco. Es como ir en contra de la naturaleza de las personas. Matizo. Todos nacimos libres e independientes. De hecho, todos vivimos libres e independientes. Pero, ojo, esto no choca con que nos tengamos que relacionar con las personas. Una cosa es relacionarnos y otra depender. Sólo que el ser humano, como ser más imperfecto que es, comienza a querer siempre aquello que le produce un estado de bienestar satisfactorio. Es decir, en castellano: que si una persona se siente a gusto con otra, le importa tres pimientos eso de que es "libre e independiente", que a depender de esa persona cual suicida y se acabó. 
¿Y esto podemos determinarlo nosotros? Pienso que como todo. Cada persona es un mundo. Y, por lo tanto, no todos somos iguales. Así, habrá personas que posean un escudo antidependencia hacia personas y otras, que pobrecitas ellas, van a tener que asumir que sin la existencia de esa otra persona, la suya tendría poco sentido. 

Y, bueno, digamos que yo no tengo tal escudo...

martes, 16 de octubre de 2012

Desahogo con-sentido (VIII)

Todos los días la misma rutina. Madrugar, estudiar, facultad. Madrugar, estudiar, facultad. Y así constantemente en un bucle sin salida desde hace más de tres años. Y la verdad es que no me quejo. Pensar que hay personas que más quisieran estar en la posición que estoy yo, me hace valorar la misma que ostento. Pensar que esto es lo que (al menos en principio) quiero, es lo que me empuja a seguir adelante. Aunque hay días y días. Unos mejores y otros no tanto. Por muchas cosas, pero es así. Y en los momentos de flaqueza es cuando hay que demostrar lo que uno vale, y no cuando uno se encuentra bien y es fuerte. Cuando uno está bien, obviamente es fuerte y es más fácil sonreír, ser feliz, animar a los demás... todo muy bonito, sí. Y valoro a esa gente que con su alegría intentan ir a otras personas a ver si se la contagian y también consiguen hacerles dibujar alguna curva en sus labios. Pero la verdad es que yo, por lo menos yo, valoro muchísimo más a esas personas que, a pesar de estar para el arrastre van, dejan sus problemas y preocupaciones de lado, y se acercan a ti y te dicen un qué te ocurre verdadero. De esos qué te ocurre que dan ganas de sentarse con esa persona y hablar, y desahogarte, y llorar, y gritar y, por supuesto, llorar. Y no de esos qué te ocurre por compasión, por querer quedar bien, por simple y puro formalismo. Esos no. Esos son uno de los cánceres más grandes que pueden existir para  los sentimientos: la ignorancia y la indiferencia. Prefiero tener a dos personas ahí que, por lo menos cuando las necesite sé que las voy a tener, a tener cientos de personas que sólo están para los jajas y a la hora de la verdad te demuestran lo que son: unos/as interesados/as, que les importan tus sentimientos y el cómo te sientes lo mismo que la reproducción de las amebas: nada.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Silencios.

Y entonces estás hablando con esa persona y de repente todo queda en el más sumiso silencio. No sabemos qué decir. No sabemos qué hacer. Lo mejor es no hacer nada. Dejar que el silencio se ocupe de la situación. Porque lo que no sabemos o no nos queremos dar cuenta es que detrás de cualquier silencio hay miles de palabras escondidas. Que no siempre lo expresan todo ellas. Que a veces un silencio vale más que mil de ellas juntas. De hecho, si pudiera, muchas veces no escribiría aquí con palabras sino con silencios. 

Según con quien compartas ese pequeño instante, se podrá o no interpretar aquello que se quiere decir. Ya no sólo con el silencio en sí, sino también con otras modalidades del  mismo: a través de una mirada, mediante un abrazo o con una simple caricia. A decir verdad, muchas veces se habla más con el silencio que con la palabra. O si no es así, debería serlo. En ocasiones, un silencio es la mejor respuesta a cualquier cosa por encima de la palabra. Porque quieras o no, hay más margen de interpretación con aquéllos. E incluso hay silencios más sinceros que palabras, ya que éstas pueden engañar pero los gestos propios de uno no, o al menos es mucho más complicado. 

Aunque lo que sí debería aplicarse el cuento la gente, es que siempre que se hable, que sea para mejorar lo existente. Pero no para empeorarlo. Porque para eso cállate que será mejor. O al menos piensa antes de hablar. Que solemos soltar lo primero que se nos viene a la mente y luego llegan los arrepentimientos, lloros y lamentos.

Ya sabéis... si lo que vas a decir no es más bello que el silencio: no lo digas.

sábado, 18 de agosto de 2012

¿Justo o injusto?

Quiero llegar a entender que las cosas pasan porque tienen que pasar. Aunque, la verdad, es que lo que deberíamos preguntarnos es si es justo que nos pasen. ¿Justo o injusto? Siempre pivotamos sobre estos dos términos cuando nos sucede cualquier hecho o acontecimiento en nuestras vidas. 

Ante esto, hay opiniones para todos los gustos. Las resumiré según a mi entender en dos: primero están los más inconformistas, que dirán que todo lo malo que les sucede es injusto, que ellos nunca tienen la culpa de nada. Este grupo rezuma cierto aroma a "victimismo", muy de moda hoy en día: y en segundo lugar tenemos un grupo bastante más reducido, que se caracteriza por asumir que cuando algo malo les sucede, es justo y no tienen derecho a quejarse ya que ellos mismos se lo han buscado.

Pero como suelen decir, ni los buenos son tan buenos ni los malos tan malos. Quiero decir con esto que ni los que dicen que todo lo que les sucede es justo llevan muchas veces la razón ni a la inversa: que los que dicen que todo lo que les sucede es injusto no les debería de pasar.
Esto se puede entrar a valorar analizando diversos aspectos sociales de la persona. Por ejemplo, si una persona es un delincuente (pongamos que realiza hurtos constantes en un centro comercial) y, derivado de ello, el guarda de seguridad le sorprende y ello lleva aparejado cierto castigo, debemos concluir con que es justo que se le aplique un castigo al ser aquélla una conducta no permitida. A pesar de ello, el delincuente siempre dirá que no, que es injusto que le hayan sorprendido de esa manera y que, en consecuencia, le castiguen proporcionalmente a la conducta delictiva realizada.
Pues bien, así sois vosotros. Pero todos, ¿eh? No os salváis casi ninguno. Siempre echáis balones fuera. Siempre tenéis que decir que la culpa es de otro. Que vosotros ahora resulta que sois unos santos, vaya que sí. La gente va de madura por la vida y no saben que el primer paso para dar señales de madurez, es reconocer los propios errores y aceptar cuando una persona no hace bien determinado acto social, personal, sentimental o cualquiera que sea.

En fin, concluyendo tras toda esta palabrería barata, dos ideas:
  • La primera, MADURAD YA. En serio, que madurar no es sólo cosa de frutas. 
  • Y la segunda consecuencia de la primera, ACEPTAD cuando cometéis un maldito error. Que ni orgullo ni nada, que hay que aceptar los errores para poder aprender de ellos y crecer como personas que somos.
Que todos cometemos errores. Pero que no hay mayor error que no aceptar cuando cometimos uno de ellos.



sábado, 14 de julio de 2012

Desahogo con-sentido (VII)

Hoy es una de esas noches nostálgicas en las que mi mente sólo se llena de recuerdos. Algunos los catalogo de recuerdos inútiles. Otros, de bonitos. Otros, que hacen daño. Otros... otros que yo qué sé qué sé yo cómo llamarlos. Y de ideas. De muchas ideas de ciertas cosas que uno ve por ahí, oye y calla. Y calla. Y vuelve a callar. Hasta que explota. 

Hipocresía. ¿Por qué? ¿Por qué os encanta tanto ser falsos? ¿Os pagan? ¿Os da morbo? Porque es que no lo entiendo. Tenéis demasiadas caras. Tantas, que ni vosotros ya os acordáis de las que tenéis. Y, claro, es cuando llega la confusión y no sabéis ya ni cuál de ellas poneros. Me dais asco. Mucho asco. Y ya estoy aguantando demasiado creo. Otro en mi lugar habría ya cometido alguna locura. Y posiblemente ésta revistiere la figura de delito. Ay si la mente delinquiera... estaría ya en la cárcel y con cadena perpetua probablemente. 
Pero bueno, la verdad es que uno ya está curtido en este tipo de campos de batalla (en el de la hipocresía me sigo refiriendo). Y ya como que me resbala bastante todo. Como que estoy intentando aprender a pasar de todo. Y cuando digo todo, es todo. Me va a costar muchísimo esfuerzo, la verdad. Porque no soy así. Pero si tengo que serlo para dejar de sufrir o, al menos, para no sufrir tanto, mejor que mejor.
Pero, por ahora, a ver si mis amigas las lágrimas me ayudan a arrastrar un poquito lo que tengo dentro de mi y lo lleva lejos, muy lejos, allá donde no pueda ni verlo...

domingo, 1 de julio de 2012

Treinta de junio de dos mil doce.

Hoy va a ser una entrada de blog un tanto personal a la vez que inusual por mi parte, pero la ocasión lo merece. Allá va.

30 de Junio de 2012. Esta es una fecha más para cualquiera de los que me estén leyendo. Pero, para mi, ha significado mucho más de lo que a primera vista pueda aparentar. Podría decirse que esta fecha ha significado demasiado para mi. Comencemos por el principio, como se suele hacer.

Comienza el día de una manera un tanto madrugadora, a las seis de la mañana, habiendo dormido apenas tres horas. Bueno, luego dormiré en el autocar rumbo Madrid, pensé. Pues ni de coña. Era imposible y eso que no eran tan incómodos los asientos. Aún así fue inevitable el dar un par de cabezazos de un lado a otro mientras luchaba por no quedarme dormido al querer observar el paisaje que iba dejando atrás a la vez que escuchaba a los que, horas más tarde, haría en vivo y en directo.
Llegando a Madrid, mis nervios aumentaron. No ya por el concierto, que no era algo nuevo para mi, sino por otra cosa. Iba a conocer en persona al fin tras casi tres años a una persona que puedo aseguraros que es de las cositas más importantes que tengo en mi vida. Se llama mi mejor amiga. La que ha estado haciendo cosas en estos casi tres años que otros en casi toda una vida conmigo no se han atrevido a hacer. Llego a la estación Sur de Madrid. Nunca había estado en tal estación. Ya sé lo que es sentirse más perdido que un pingüino en un desierto. Pero yo sabía que tarde o temprano la acabaría viendo: o ella a mi, o yo a ella. Fue la primera opción, y al grito de "¡FRAAAAAAN!" ¿Sabéis lo que es querer ver a una persona desde hace tanto tiempo y que no pudieras y que un buen día lo logres hacer? ¿Sabéis la felicidad que eso proporciona? Pues eso. La vi y, aunque sé que ella no es de muchos abrazos y que tiene  complejo de Amador (sí, el de la serie de "La que se avecina") la espachurré cual esponja. Tras eso y después de saber cómo tenía que llegar a la Ciudad del Rock donde daría lugar el Rock in Río, marché con ella a descubrir mundo. Nos echamos fotos. Sonreímos. Reímos. Comimos juntos. Hablamos de mil cosas. Y creo que se lo dije, pero por si acaso lo vuelvo a decir, que gracias por acompañarme hasta la parada de metro que tenía que coger para ir a Arganda. Porque sin ti, sinceramente, creo que me habría perdido por allí o algo JAJAJA. Y... llegó la hora de despedirse. Odio las despedidas. Mucho. Demasiado. Más cuando me toca despedir a personas que son tanto para mi. De hecho, y lo adelanto aquí, cuando acabó el Rock in Río hubo que volver a Madrid, a la estación Sur. Y mirase donde mirase, recordaba los momentos que andé por allí con ella. Hasta cuando fui a desayunar (sí, he desayunado en Madrid, ya veréis porqué...) me senté muy cerca de la mesa donde me senté con ella para comer. Y, no sé, joéh. Es que soy demasiado nostálgico a veces. Y de decir que me ha dado pena irme de Madrid por todo esto. Volviendo a la despedida, como todos bien sabemos, lo que empieza alguna vez tendrá que acabar y esto no iba a ser menos. Nos despedimos con el pensamiento de volver a vernos pronto. Es que, la verdad, se me hace duro el no tener a mi mejor amiga aquí, conmigo, físicamente hablando. Y tan solo tenerla a través de una maldita pantalla. Y ya sabéis lo que pasa cuando probamos algo que nos gusta: que queremos volver a repetir. Y el verla a ella no se me queda a mi atrás. Y... pasa lo que pasa, joéh. Y así, como apunte, se me quedó grabada la carita con la que me despidió de penita. Era de penita pero mezclada con un toque de amor que asdasdasd. Vosotros me entendéis, ¿verdad? Pues eso. Y yo, que ahora que lo pienso me vi patético, le lancé un beso al aire JAJAJA ¿Loquero? Gracias. Pero ella sonrió, y yo fui feliz.
Una vez ocurrió tooodo esto, tocó ir hacia Arganda. Tras un par de metros y un bus, llegué a la tan ansiada Ciudad del Rock. Aquello era enorme. No, perdón. Aquello era ENORME. Había de todo. Muchísimas tiendecitas de souvenirs del evento, restaurantes para comer, bares... ¡hasta un Telepizza! (Fan por hacer publicidad así gratuitamente.) Había también una noria, una tirolina... en fin, que aquello era justo lo contrario de lo que me pude imaginar.
¡Y comenzó la locura de los conciertos! Actuaron El Pescao, Maldita Nerea, La Oreja de Van Gogh, Macaco, Lenny Kravitz y mi amado Maná. Luego, para cerrar ese día, un tal Luciano del que opino que lo conocían sólo en su casa. Una anécdota: fue acabar el concierto de Maná, y este pobre hombre se quedó solo (literalmente hablando) en la zona del escenario. Risas mil.
Durante la actuación de Maná estaba deseando que tocasen cierta canción para llamar a cierta persona. Al final, con suerte y todo, la tocaron. Eres mi religión se llama. No soy mucho de dedicar canciones pero, esta se la dediqué hace cerca de nueve meses a la que ahora es mi chica. Y flipó al escucharla en directo.♥
Total, llegaron las tres. Se vendió todo el pescao' y era momento de regresar a Madrid para, a su vez, regresar a Córdoba.
Cogimos un bus que fue directo de la Ciudad del Rock al santuario del fútbol, también conocido como Estadio Santiago Bernabéu. De allí, nuestra intención era coger un metro a la estación Sur pero... wait. Eran ya cerca de las cuatro, y el metro estaba cerrado. Por lo que tocó coger taxi. Después de un buen paseito, llegamos a la estación pero, oh, otra sorpresa más: la estación estaba cerrada hasta las cinco de la mañana. Y eran las cuatro y poco aún. Y, para colmo de los colmos, hacía un frío de invierno en la capital. Y yo en pantalones cortos y camiseta corta. Imaginaros el resto. 
Al fin abrieron y logramos entrar. Allí se estaba más calentito. Pero el sueño ya podía conmigo. Llevaba justo veinticuatro horas sin pegar ojo, desde la noche anterior. Ni un café ni una bomba que me pusieran podían despejarme el SUEÑACO que tenía. Y sólo os digo que, hasta las nueve, no pude coger el bus que me traía a Córdoba. Y menos mal que lo cogí a las nueve... porque en realidad tendría que coger el de las diez, pero logré cambiar la hora.
Tras cinco intensas horas de bus de camino de vuelta de las que apenas he logrado dormir dos horas y en las que me debatía en cómo narices colocarme en el asiento para poder pegar ojo, aquí estoy escribiendo estas líneas con unas ojeras más grandes que las bolsas del Mercadona. Porque sí. Porque necesitaba dejar plasmado este día que, sin duda, jamás se me olvidará por dos razones fundamentales: una se llama Maná y, la otra, y para mi la más importante, por mi mejor amiga.
Gracias por el tiempo pasado allí conmigo, por tener que desplazarte desde la otra punta de Madrid para tan solo verme a mi, por ser como eres, porque eres genial tanto a través de una pantalla como en persona (aunque yo me quedo con "en persona", que así puedo intentar tirarte de un banco mientras pides ayuda a una señora que pasa olímpicamente de ti JAJAJA♥), y simplemente... gracias por ser mi amiga.

Sin más dilación me despido por hoy. 
Y de paso aprovecho y os deseo a todos un feliz verano.

¡Sed felices!

martes, 26 de junio de 2012

¿Eres tú mismo?

Personalidad, un tema bastante calentito. Llevo meses leyendo la misma palabra en muchos lados, y siempre acompañada de argumentos favorables y detractores a estas modas. Y es que ‘moda’ es otra palabra que se asimila a la anterior, es la misma bomba pero con otro nombre. Hay modas pasajeras, como ocurre con la ropa todos los años, pero hay otras que causan tumores, y serios, véase el señor Justin Bieber o los señores One Direction. [Y a partir de aquí quizá empiecen a lanzarse al cuello sus fans]. Todos tenemos gustos, ya sean de programas, de ciertas prendas de ropa o, como en este caso, de música. A mi, por ejemplo, me gustan muchos grupos/músicos, pero mi cuenta en Twitter no es puro spam de ellos. No sabéis (o quizá sí) lo amargante que es leer únicamente Trend Topics de esta gente. Es algo agobiante, hasta perjudicial para la salud. Y lo peor es que, como hagas la mínima crítica de ello, cientas (porque la mayoría son chicas) de fans irán a por ti cual hiena enferma con ganas de matar. Pero bueno, me estoy desviando demasiado del tema.
Retomando lo de las modas, es algo innegable que se ha fraguado un nuevo prototipo de persona moderna, hipster, lo llaman algunos. Y es aquí donde el camino se bifurca: si eres pro-hipsterismo, todos te dirán que no tienes personalidad y que deberías ser tú mismo, a lo que tú probablemente responderás que cada uno hace lo que quiera con su vida. Por otro lado, si eres anti-hipsterismo, te dirán que te crees aún más moderno por ser un ‘antisistema’, a lo que seguramente dirás que no eres como los demás porque tienes personalidad. Yo quiero partir de que, como leí hace un tiempo, en el momento que sigues una moda antisistema también formas parte de otra manada. Diferente líder, pero igualmente manada. Por muy alternativo que quiera ser alguien, siempre estará siguiendo unos ideales, aunque éstos estén menos extendidos, y es por ello que siempre seremos de un grupo. Pero claro, desde ese punto de vista todos deberíamos ser momias para no pertenecer a alguno, y las cosas no son así. Yo pienso que una persona no es nadie para arremeter contra cómo es, qué hace o lo que sea de otra persona. Ojo, no estoy diciendo que no se pueda criticar a otra persona, entendiéndose la crítica como el pensamiento o la opinión que se tiene sobre algo, porque eso sí lo veo lógico, porque TODOS somos libres de tener nuestra libre opinión, aunque algunos se esmeren en privarnos de ese derecho. Con lo que no estoy de acuerdo para nada es con la gente que hace ciertas cosas porque ‘son muy trendings’. Hay gente que es diferente porque así lo sienten, pero otros lo son porque así lo dice la sociedad, y seguro que tienes ahora algún ejemplo de estas personas en mente. Como dije al principio, es un tema muy calentito, además de que hay tantas opiniones diferentes como números, vamos, infinitas. También se podría hablar largo y tendido sobre la hipocresía, tema muy relacionado con el que estoy tratando y que, por desgracia, está de moda hoy día.
Puntos de vista hay miles, tanto a favor como en contra del ‘modernismo’, pero nunca hay que dejarse influir por el resto, siempre hay que hacer, vestir, llevar, decir y escuchar lo que TÚ quieras. Paz y que todos disfruten de la libertad.

Escrito por Daiduque.

sábado, 19 de mayo de 2012

Tenemos momentos en los que, lo que más nos apetece, es tumbarnos en la cama, escuchar música y dejar que la imaginación vuele. Este, al menos, es mi método de defensa ante los problemas y demás ralladas. 
A veces no es que quiera estar mal porque sí. Es de locos pensar que una persona se hace sentir mal así misma porque le gusta o porque quiera estarlo. O de locos, o algo propio del masoquismo. Incluso en ocasiones no estoy mal pensando que estando así voy a estar mejor, nada más lejos de la realidad. Uno está así porque me viene estar así. Sin más. Exteriorizar que me siento mal y ya está.

Trabalenguas a parte, también tiene mucho que ver el mundo que te rodea. Si estás rodeado de gente que te quiere, que te apoya y que te hace sentir vivo, tienes una gran razón para seguir adelante y darlo todo por ellos. Tienes una gran razón por la que sonreír.
Pero, si por el contrario, sólo estás rodeado de problemas, de tristezas, de noches sin dormir y que tu única compañía sean tus lágrimas, las razones para ello escapan. Entonces, tienes una gran razón por la que llorar.
Sonreír o llorar, esa es la cuestión...

domingo, 13 de mayo de 2012

¿Y si mi problema tiene, como única solución, el olvido?

Pues va a ser complicado solucionarlo, pero no imposible. Así que, comienza a olvidar poco a poco. Es como alguien que tiene que dejar el alcohol: no puede dejarlo de un día para otro de golpe porque recaería en seguida. Con el olvido opino que ocurre de forma parecida: no podemos dejar de olvidar de un día para otro de golpe, tenemos que ir olvidando poco a poco cada recuerdo sin hacernos mucho daño.

Vale. Todo esto me pasa por hacerme ilusiones.

Ya. Si las ilusiones... las ilusiones son las armas más peligrosas con las que podemos jugar.

viernes, 4 de mayo de 2012

Esa puta llamada vida.

Va siendo hora de asumirlo, Fran. La ley de vida no es indiferente a nadie y no deja de actuar. Es la única ley inderogable que existe y existirá entre nosotros por y para siempre. Pero, como toda ley que se menosprecie, debe tener su carácter de injusticia. Y esta no iba a ser menos. Es una ley injusta. Se ceba con los buenos y recompensa a los... dejémoslo en un "no tan buenos". 
El problema es que el pensamiento de "pasa de ellos, ya el tiempo les dará lo suyo" no es que me consuele mucho y menos aún ahora. Cuando sé que, aplicando esta ley, caeré yo antes que todos esos que tratan de tirarme. A mi, a los que me rodean y a los que quiero.

Sigamos con ella. Ella... Al menos me siento orgulloso de no ser de aquellos que no valoran lo que tienen hasta que lo pierde. Yo la valoré siempre mucho aunque, para qué engañarnos, no fue hasta cuando su salud pendía de un hilo cuando no había día que no escapaba a mi pensamiento. Días que me ha costado horrores tener que anteponer una sonrisa a una lágrima, una buena cara a un mal pensamiento, un estar rodeado de personas a un estar solo.
Y ahora señores, ahora es cuando he recibido otro palo en mi vida. De esos que duelen. De esos que dejan marca. De esos que... desearías recibir antes otro que ese. Aunque bueno, lo veía venir. Y dicen que cuando uno ve venir las cosas, como que sabe acomodarse al golpe, llorar lo menos posible y aguantarse al dolor. No obstante... nobody say it was easy, como diría cierta canción de Coldplay que me acompaña mientras escribo estas húmedas líneas.

La solución se plantea bien simple: venirse arriba. No queda otra. No me vale de nada estar ahí, a ras de suelo, contemplando como la gente sigue caminando allá donde vaya y yo allí respirando polvo. No. Y hasta yo lo reconozco y me lo digo delante del espejo: Fran, tienes que venirte arriba. Remontar el vuelo. Lo sé, así que no necesito que nadie me diga eso. Digamos que la teoría siempre la he llevado de notable. Donde siempre he suspendido es en la práctica. Y aquí es donde está el verdadero problema. No sé cómo hacerlo. Me encuentro como en la situación de un escalador inexperto que nunca ha escalado por esta montaña llamada ley de vida. Y que, aunque quiera llegar a la cima y enclavar allí su bandera, no sabe cómo ni dónde ir clavando esos puntos de apoyo que le ayuden llegar a lo más alto. Así estoy. Y así estaré hasta que alguien descubra un mapa que te indique cómo salir de esta. Aunque lo más irónico de todo es que tendré que ser yo quien encuentre ese mapa.

Supongo que... estarás bien. Allí arriba. O abajo. O donde quiera que estés ahora mismo. Que siempre me quedaré con las ganas de darte otro abrazo, y de que tú me lo des; y de que me entretengas durante una tarde jugando a un juego que ni sabes cómo se juega con tal de verme sonreír; y que me des parte de tu comida en esos momentos en los que esperaba a que vinieran a recogerme de tu casa; y volverte a ver cómo te comías las uvas en nochevieja minutos antes que todos nosotros y yo reírme por ello; y que me vuelvas a dar mi regalo de cumpleaños envuelto en una servilleta del restaurante en el que estemos, ya sabes lo qué; y volver a escucharte decir todas las cosas que me decías y que no caben aquí y que, a fin de cuentas, quiero que queden entre tú y yo.  
Y que nunca olvidaré eso de "tú estudia, que seas alguien el día de mañana". Lo pensaba ser. Pero ahora, más que nunca, lo pienso ser. Por mi obviamente. Pero desde ahora por ti también. Para que sigas bien orgullosa de mi como demostrabas en tu mirada cada vez que nos veíamos.

Y que... te quiero.

domingo, 8 de abril de 2012

Desahogo con-sentido (VI)

"Estamos hechos de cicatrices, depende de nosotros cerrarlas o dejarlas sangrar".

Por más que digan, uno aprende verdaderamente cayendo. Ni experiencias ni habladurías de los más mayores. Nada de eso te enseña tanto como una caída. Y no sólo una vez, sino una tras otra... Hasta que quede una cicatriz que te haga recordar esos errores que cometiste y que te hicieron ser ahora quien eres. A fin de cuentas, las cicatrices del pasado sirven para eso: para que no se te olvide cuándo y porqué caíste, o no tiene porqué ser que hayas caído tú. Muchas veces no caemos nosotros solitos, sino que hay alguien que nos empuja y provoca nuestra caída.  Así, nos recuerdan también quién te empujó a que rozaras tu cuerpo contra el suelo. Y todo ello para que no lo vuelvas a hacer y la próxima vez esquives el golpe. O al menos, lo intentes. Ya que por más que uno intenta esquivar palos, siempre hay alguno que no ves y que te golpea de lleno. Porque claro, sabes el daño que te hiciste y, lo más normal, será que no quieras volver a sangrar. Salvo que seas un masoquista, que ahí entonces ya apaga y vámonos. 

Así, las cicatrices son buenas visto así: te hacen recordar el qué te las provocó y la enseñanza que obtuviste de aquella. Y lo más importante: nos hacen recordar que el pasado, efectivamente, fue real.

jueves, 29 de marzo de 2012

Que una sonrisa nunca está de más.

¿Sabéis qué es lo mejor de una sonrisa? Que arregla la mayoría de las cosas, siempre es positiva. Te recarga la energía, las ganas de seguir adelante, porque las cosas nunca están perdidas. Por eso no dejes atrás las ocasiones para sonreír, por que siempre hay más que las que tengas para llorar. Por que siempre encontrarás la felicidad en las cosas más pequeñas, en las más insignificantes... pero que para ti, lo pueden significar todo.

Sonreír es gratis y sano, de agrado y fácil.

sábado, 24 de marzo de 2012

Desahogo con-sentido (V)

No hay ninguna persona en el mundo que haya sido hecha para manejar cada golpe que recibe. No estamos hechos de esa manera. De hecho, estamos hechos para enojarnos, llorar, entristecernos, ser heridos, tropezar y caer; sentir. No estamos supuestos a ser capaces de manejar todo. Pero eso es lo que nos hace más fuertes al final. Al aprender de las cosas que perjudican a la mayoría de nosotros. 

Cada acción debe considerarse individualmente realizada. Y analizar cada valor y cada perjuicio que de la misma se deslinda. Cuando los perjuicios superan a los valores, cuando se está sufriendo más que disfrutando, cuando se llora más que se ríe, puede que lo que estés haciendo no valga demasiado la pena. La gente no se percata de que al igual que "un gran poder, conlleva una gran responsabilidad" también "la realización de una determinada acción, conlleva una gran responsabilidad". Más, si ésta, atenta contra sentimientos o emociones. Más aún, si atenta contra la vida de uno.
En ocasiones nos preocupamos más por cosas pasajeras que por aquellas que siempre tenemos ahí. Puede que precisamente sea por eso, porque sabemos que lo tenemos ahí, y que nadie nos la quitará o arrebatará de nuestros dominios. Hasta que un buen día, llega un huracán y lo barre todo. La seguridad es buena y mala: es buena en manos de alguien inteligente, en manos de alguien que sepa usarla sin hacer daño a nadie, que dicha seguridad le sirva de base y apoyo a mantener aquello que quiere consigo mismo sabiendo y teniendo la seguridad, valga la redundancia, que no lo perderá pase lo que pase; es mala en manos de alguien completamente contrario, en manos de una persona que, dando por cierto y seguro cosas que ni han sucedido o quién sabe si pasarán, actúa sin importarle el "perder" aquello que quiere. Y va entre comillas porque para dicha persona, en realidad no observa que lo puede perder, precisamente por esa asquerosa seguridad. Errónea seguridad.

De ahí la razón de ser de mis primeras líneas, que no estamos hechos para poder manejar todo, para poder tenerlo todo bajo control. Tenemos que estar preparados para los imprevistos, para cuando las cosas no nos salgan del todo bien que esperábamos en un principio. En definitiva, tenemos que estar preparados para equivocarnos, fallar, caernos y volvernos a levantar. Y así, una y otra vez. Porque total, si esta es la dinámica del juego de la vida... ¿qué mejor que ir aprendiendo sus reglas cuanto antes mejor?

martes, 14 de febrero de 2012

Vosotros lo llamáis San Valentín. Yo, el día de El Corte Inglés

Pedirle un detalle a alguien es como exigir que te aprueben un examen. Es decir, que no es normal. Para aprobar un examen, por regla general, se debe estudiar de manera que le demuestres al que te corrige que tienes los conocimientos suficientes acerca de la materia como para que considere que, por lo menos, tienes una mediana idea de ello. Por lo tanto, requiere un esfuerzo personal, una fuerza de voluntad que la única persona que puede hacer que nazca es uno mismo. Ni tus padres, ni tus amigos ni nadie. No obstante, éstos te ayudan a ello con sus ánimos y demás. Pero la fuerza de voluntad no te la dan ellos, debe salir de ti mismo. 
Pues un detalle, o los detalles en general, les ocurre igual. Que no tienen porqué exigirse a una persona para que los tenga contigo. Son como regalos. Y los regalos que yo sepa no se piden, simplemente se esperan. A no ser que quieras algo totalmente fingido o artificial, a lo que puedes dejar de leer esta parrafada fruto de una reflexión personal matutina conmigo mismo.

Pues bien, hoy justo hace un año escribí acerca de este día, del catorce de febrero. (Podéis leerlo aquí.) Del día inventado por El Corte Inglés para promover aún más  el amor consumismo a pesar de estos tiempos que corren de crisis debilitamiento económico. La cosa es que me hace mucha gracia alguna de las cosas que se leen por ahí, principalmente Twitter (sí, por si no lo sabéis, amo esta red social).

Es que, en serio, me frustra demasiado y me da asco (ahí, en negrita subrayada para que se note) cuando dicen hoy es 14 de febrero, día de los enamorados. Y digo yo, ¿qué narices pasa aquí? ¿Que el resto del año ya no se está enamorado? ¿Que si hoy no demuestras tu amor incondicional a tu pareja se acaba todo o qué? ¡Venga ya!

Es que entonces eso sería lo mismo que decir que un padre no es padre menos en el día del Padre. Un padre es padre todo el año; y una madre es madre todo el año y no sólo el día de la Madre, y ya está leñe. Pues lo mismo con la pareja, ¿no creéis? Pues eso. Que los detalles no tienen fecha de caducidad como los yogures. Que los puedes tener en el momento que quieras, en el momento en el que más te apetezca o, como yo, en el momento en el que los sienta de verdad, de corazón. 

martes, 7 de febrero de 2012

Y cambiar un "sí" por ese "ya no puedo"

A él, le compren o no pañuelos, nunca le falta una sonrisa en su cara que regalar a los demás. Aunque no tenga absolutamente nada; aunque no vista ropa de marca; aunque tenga que dormir tirado en la calle, literalmente; aunque vengan miles de días grises, él no pierde ni la sonrisa ni la esperanza. Y es entonces cuando te das cuenta de la enorme fortaleza interior que tiene y es la que deberíamos tener cada uno de nosotros. No, no vale rendirse. Cambiemos un por ese ya no puedo. Por idealista que parezca, afrontemos la vida con alegría, en serio, por muy difícil o complicado que sea. Pero al menos decid eso de por mí, que no quede.
Y cuando das el paso de regalar algo más a los demás, que no tiene porqué ser material. A ver, que hay miles de gestos y de detalles que no tienen ningún valor económicamente hablando pero que tienen un enorme valor sentimental y emocional y son los que, en el fondo, valen de verdad y quedan latentes ahí en nosotros, creedme. 
Y es que al final te das cuenta de que, efectivamente, aunque suene grande... los imposibles también existen. 





sábado, 28 de enero de 2012

Desahogo con-sentido (IV)

Hoy intentaré ser breve. Estoy muy agobiado con tanto examen de por medio. Con tanta rallada sin sentido rondando por mi cabeza. Y de ahí mis siguientes palabras fruto de una pequeña reflexión con uno mismo.

Si pensásemos dos veces las cosas antes de hacerlas, nos ahorraríamos muchos sufrimientos. Pero iríamos en contra del principio por excelencia de la mayoría de los mortales. Ese que dice actúa primero y piensa después, ese que va de primero disparar y luego preguntar, "uy, ¿a quién he matado?".
No nos damos cuenta. O es que no queremos hacerlo, que también puede ser. Pero aún quedan personas con corazón en este mundo, ¿sabéis? Aún quedan. ¿Y sabéis también el porqué de que cada vez haya menos personas de esas? De esas que tienen sentimientos, detalles con los demás, sonrisas fingidas y muy costosas con el único fin de arañar en la cara de esa otra persona otra sonrisa pero que ésta sí que sea real, de esas que en ocasiones se confunden con un maldito oso de peluche de cualquier tienda de juguetes de tanto dar y regalar abrazos... ¿Sabéis el porqué? Por culpa de todos. Sin excepción. Por no saber conservarlas. Porque este tipo de personas son como una hoguera: que como no tengas cuidado y te despistes lo más mínimo, se apaga. Y se va. Y no intentes ya encenderla, porque sólo lograrás quemar más aún esas cenizas que fueron algo y que ya no lo serán.

domingo, 8 de enero de 2012

¿Qué tal si nos bebemos nuestros problemas?

¿Sabéis cual suele ser el uno de los problemas más tontos del ser humano? El crearse problemas de donde no los hay, sacar agua del pozo que está seco. En este orden de cosas,  el preocuparse cuando algo parece que no va bien. Diréis, oye, que eso no es un problema... que cuando alguien se preocupa por algo, es porque ese algo le importa. Sí y no, me explico. Como he dicho, cuando algo parece que no va bien. Eso es. En los tiempos que corren, que algo vaya bien suele ser bastante extraño. Ya más aún que vaya muy bien. Siempre suele suceder algo que joda rompa ese gran momento que parecía que era perfecto, esa situación que parecía que iba a para sobresaliente y se queda en el suficiente raspado y gracias. Las personas suelen padecer un extraño suceso: dícese de aquel que está tan acostumbrado a que algo vaya bien que cuando sucede cualquier cosita, por pequeña que sea, ya se está rallando. Y algunas, creédme, son tan insignificantes como el cerebro de un mosquito (o de un cani, ya puestos en el caso).

En fin, la cosa es que siempre, siempre, todos tenemos problemas: ESO ES UN HECHO. Lo que tenemos que intentar hacer es deconstruirlo, hacerlo pequeños añicos como si de un cristal roto se tratase, hasta hacerlo desaparecer. Os pondré un ejemplo: pongamos que el contexto donde nos encontramos es un vaso, un vaso de cristal. Y el problema nos viene en forma de agua, de agua que un tercero nos vierte encima. Ante esto, lo que solemos hacer es ahogarnos en él (yo el primero). Pero, digo yo, ¿y si nos la bebemos? ¿No serían las cosas mucho más fáciles si nos bebiéramos nuestros problemas? Claro que sí, ¡y brindemos a la salud de quien nos ha vertido el agua encima! ¿Porqué? Porque gracias a esa persona, uno aprende. Aprendemos de nuestra familia, de nuestros amigos, de nuestros compañeros... ¡yo aprendo hasta de mi gato! Y, también y porqué no, de nuestros enemigos. Yo aprendo mil veces más de mis errores y de mis enemigos que de las cosas bien hechas y de mis amigos. Recordad que gracias al dolor uno aprende a defenderse. ¿Bicho raro? Quizás, quien sabe. Pero dejadme que me gusta.

Y ahora, para acabar, os dejo con una canción de Extremoduro de la que personalmente me encanta la letra.

Acostumbrado a escapar de la realidad, perdí el sentido del camino.


jueves, 5 de enero de 2012

Un nuevo año plagado de cambios.

Comienza una nueva etapa, un nuevo año. Y ello conlleva aceptar determinados cambios en tu vida. No todos nosotros estamos preparados muchas veces a esos cambios; bien porque no nos gustan, bien porque pensamos que más que ganar, vamos a perder. Pero, queramos o no, hay veces que se nos vienen impuestos desde fuera y que sabes que vas a tener que acabar asumiéndolos. Así es que, qué mejor que ir acostumbrándote a ello para que ese maldito cambio no te ocasione más daño del deseado.
Pero, irremediablemente te paras a pensar algo así como "Joder, pero porqué. Porqué no podrán ser las cosas como uno quiere que sean." Que sí, que claro, que las cosas como uno quiere que sean, quizás me parezcan bien a mí pero no al resto. Y no, porque sino ya nos metemos en el círculo del egoísmo y eso, si bien a veces y según el contexto en el que estemos puede ser "bueno", en el de los cambios que afectan a más de dos personas no lo suele ser. Por mucho que nos cueste, tenemos que pensar un poquito más en los demás, y más cuando son personas que te quieren, que te aman, que están ahí para ti cuando lo necesitas... Aunque a veces nos ceguemos con tonterías y cosas que si las pensásemos en frío, no las habríamos hecho nunca quizás. No por ello me arrepiento de algo que haya podido hacer o dejado de hacer en el pasado. Que a lo hecho pecho, y que para todos los problemas hay una solución menos para la muerte (cosa que no descarto que acaben sacando...)

Como iba diciendo, los cambios, los malditos cambios que no nos gustan a veces tanto. Yo, en lo personal, soy una persona que le cuesta mucho asumir cambios. Digamos que si vengo acostumbrado a caminar por una línea, y me dicen de golpe y porrazo que debo cambiarme a otra, aunque esté al ladito, a apenas unos centímetros, me cuesta. Y quizás exagere, pero ya dicen que exagerando las cosas parece que uno se entera mejor. Y al igual que yo seguro que habrá más gente (sino, me preocuparía un poquito bastante). Creo que a veces actuamos de manera tan mecánica con las cosas que con nada que lleves haciéndolo así un determinado tiempo, a cual costumbre, cuando te comunican que tienes que dejar de hacer las cosas de la manera A para hacerlas de la manera B, se te cae el mundo encima. 

Así es que, si esos cambios queramos o no vamos a tener que acabar asumiéndolos, qué mejor que ir acostumbrándonos a ellos y que sea lo que [inserte aquí la divinidad que desee] quiera que sea.