domingo, 1 de julio de 2012

Treinta de junio de dos mil doce.

Hoy va a ser una entrada de blog un tanto personal a la vez que inusual por mi parte, pero la ocasión lo merece. Allá va.

30 de Junio de 2012. Esta es una fecha más para cualquiera de los que me estén leyendo. Pero, para mi, ha significado mucho más de lo que a primera vista pueda aparentar. Podría decirse que esta fecha ha significado demasiado para mi. Comencemos por el principio, como se suele hacer.

Comienza el día de una manera un tanto madrugadora, a las seis de la mañana, habiendo dormido apenas tres horas. Bueno, luego dormiré en el autocar rumbo Madrid, pensé. Pues ni de coña. Era imposible y eso que no eran tan incómodos los asientos. Aún así fue inevitable el dar un par de cabezazos de un lado a otro mientras luchaba por no quedarme dormido al querer observar el paisaje que iba dejando atrás a la vez que escuchaba a los que, horas más tarde, haría en vivo y en directo.
Llegando a Madrid, mis nervios aumentaron. No ya por el concierto, que no era algo nuevo para mi, sino por otra cosa. Iba a conocer en persona al fin tras casi tres años a una persona que puedo aseguraros que es de las cositas más importantes que tengo en mi vida. Se llama mi mejor amiga. La que ha estado haciendo cosas en estos casi tres años que otros en casi toda una vida conmigo no se han atrevido a hacer. Llego a la estación Sur de Madrid. Nunca había estado en tal estación. Ya sé lo que es sentirse más perdido que un pingüino en un desierto. Pero yo sabía que tarde o temprano la acabaría viendo: o ella a mi, o yo a ella. Fue la primera opción, y al grito de "¡FRAAAAAAN!" ¿Sabéis lo que es querer ver a una persona desde hace tanto tiempo y que no pudieras y que un buen día lo logres hacer? ¿Sabéis la felicidad que eso proporciona? Pues eso. La vi y, aunque sé que ella no es de muchos abrazos y que tiene  complejo de Amador (sí, el de la serie de "La que se avecina") la espachurré cual esponja. Tras eso y después de saber cómo tenía que llegar a la Ciudad del Rock donde daría lugar el Rock in Río, marché con ella a descubrir mundo. Nos echamos fotos. Sonreímos. Reímos. Comimos juntos. Hablamos de mil cosas. Y creo que se lo dije, pero por si acaso lo vuelvo a decir, que gracias por acompañarme hasta la parada de metro que tenía que coger para ir a Arganda. Porque sin ti, sinceramente, creo que me habría perdido por allí o algo JAJAJA. Y... llegó la hora de despedirse. Odio las despedidas. Mucho. Demasiado. Más cuando me toca despedir a personas que son tanto para mi. De hecho, y lo adelanto aquí, cuando acabó el Rock in Río hubo que volver a Madrid, a la estación Sur. Y mirase donde mirase, recordaba los momentos que andé por allí con ella. Hasta cuando fui a desayunar (sí, he desayunado en Madrid, ya veréis porqué...) me senté muy cerca de la mesa donde me senté con ella para comer. Y, no sé, joéh. Es que soy demasiado nostálgico a veces. Y de decir que me ha dado pena irme de Madrid por todo esto. Volviendo a la despedida, como todos bien sabemos, lo que empieza alguna vez tendrá que acabar y esto no iba a ser menos. Nos despedimos con el pensamiento de volver a vernos pronto. Es que, la verdad, se me hace duro el no tener a mi mejor amiga aquí, conmigo, físicamente hablando. Y tan solo tenerla a través de una maldita pantalla. Y ya sabéis lo que pasa cuando probamos algo que nos gusta: que queremos volver a repetir. Y el verla a ella no se me queda a mi atrás. Y... pasa lo que pasa, joéh. Y así, como apunte, se me quedó grabada la carita con la que me despidió de penita. Era de penita pero mezclada con un toque de amor que asdasdasd. Vosotros me entendéis, ¿verdad? Pues eso. Y yo, que ahora que lo pienso me vi patético, le lancé un beso al aire JAJAJA ¿Loquero? Gracias. Pero ella sonrió, y yo fui feliz.
Una vez ocurrió tooodo esto, tocó ir hacia Arganda. Tras un par de metros y un bus, llegué a la tan ansiada Ciudad del Rock. Aquello era enorme. No, perdón. Aquello era ENORME. Había de todo. Muchísimas tiendecitas de souvenirs del evento, restaurantes para comer, bares... ¡hasta un Telepizza! (Fan por hacer publicidad así gratuitamente.) Había también una noria, una tirolina... en fin, que aquello era justo lo contrario de lo que me pude imaginar.
¡Y comenzó la locura de los conciertos! Actuaron El Pescao, Maldita Nerea, La Oreja de Van Gogh, Macaco, Lenny Kravitz y mi amado Maná. Luego, para cerrar ese día, un tal Luciano del que opino que lo conocían sólo en su casa. Una anécdota: fue acabar el concierto de Maná, y este pobre hombre se quedó solo (literalmente hablando) en la zona del escenario. Risas mil.
Durante la actuación de Maná estaba deseando que tocasen cierta canción para llamar a cierta persona. Al final, con suerte y todo, la tocaron. Eres mi religión se llama. No soy mucho de dedicar canciones pero, esta se la dediqué hace cerca de nueve meses a la que ahora es mi chica. Y flipó al escucharla en directo.♥
Total, llegaron las tres. Se vendió todo el pescao' y era momento de regresar a Madrid para, a su vez, regresar a Córdoba.
Cogimos un bus que fue directo de la Ciudad del Rock al santuario del fútbol, también conocido como Estadio Santiago Bernabéu. De allí, nuestra intención era coger un metro a la estación Sur pero... wait. Eran ya cerca de las cuatro, y el metro estaba cerrado. Por lo que tocó coger taxi. Después de un buen paseito, llegamos a la estación pero, oh, otra sorpresa más: la estación estaba cerrada hasta las cinco de la mañana. Y eran las cuatro y poco aún. Y, para colmo de los colmos, hacía un frío de invierno en la capital. Y yo en pantalones cortos y camiseta corta. Imaginaros el resto. 
Al fin abrieron y logramos entrar. Allí se estaba más calentito. Pero el sueño ya podía conmigo. Llevaba justo veinticuatro horas sin pegar ojo, desde la noche anterior. Ni un café ni una bomba que me pusieran podían despejarme el SUEÑACO que tenía. Y sólo os digo que, hasta las nueve, no pude coger el bus que me traía a Córdoba. Y menos mal que lo cogí a las nueve... porque en realidad tendría que coger el de las diez, pero logré cambiar la hora.
Tras cinco intensas horas de bus de camino de vuelta de las que apenas he logrado dormir dos horas y en las que me debatía en cómo narices colocarme en el asiento para poder pegar ojo, aquí estoy escribiendo estas líneas con unas ojeras más grandes que las bolsas del Mercadona. Porque sí. Porque necesitaba dejar plasmado este día que, sin duda, jamás se me olvidará por dos razones fundamentales: una se llama Maná y, la otra, y para mi la más importante, por mi mejor amiga.
Gracias por el tiempo pasado allí conmigo, por tener que desplazarte desde la otra punta de Madrid para tan solo verme a mi, por ser como eres, porque eres genial tanto a través de una pantalla como en persona (aunque yo me quedo con "en persona", que así puedo intentar tirarte de un banco mientras pides ayuda a una señora que pasa olímpicamente de ti JAJAJA♥), y simplemente... gracias por ser mi amiga.

Sin más dilación me despido por hoy. 
Y de paso aprovecho y os deseo a todos un feliz verano.

¡Sed felices!

No hay comentarios:

Publicar un comentario