domingo, 8 de abril de 2012

Desahogo con-sentido (VI)

"Estamos hechos de cicatrices, depende de nosotros cerrarlas o dejarlas sangrar".

Por más que digan, uno aprende verdaderamente cayendo. Ni experiencias ni habladurías de los más mayores. Nada de eso te enseña tanto como una caída. Y no sólo una vez, sino una tras otra... Hasta que quede una cicatriz que te haga recordar esos errores que cometiste y que te hicieron ser ahora quien eres. A fin de cuentas, las cicatrices del pasado sirven para eso: para que no se te olvide cuándo y porqué caíste, o no tiene porqué ser que hayas caído tú. Muchas veces no caemos nosotros solitos, sino que hay alguien que nos empuja y provoca nuestra caída.  Así, nos recuerdan también quién te empujó a que rozaras tu cuerpo contra el suelo. Y todo ello para que no lo vuelvas a hacer y la próxima vez esquives el golpe. O al menos, lo intentes. Ya que por más que uno intenta esquivar palos, siempre hay alguno que no ves y que te golpea de lleno. Porque claro, sabes el daño que te hiciste y, lo más normal, será que no quieras volver a sangrar. Salvo que seas un masoquista, que ahí entonces ya apaga y vámonos. 

Así, las cicatrices son buenas visto así: te hacen recordar el qué te las provocó y la enseñanza que obtuviste de aquella. Y lo más importante: nos hacen recordar que el pasado, efectivamente, fue real.

jueves, 29 de marzo de 2012

Que una sonrisa nunca está de más.

¿Sabéis qué es lo mejor de una sonrisa? Que arregla la mayoría de las cosas, siempre es positiva. Te recarga la energía, las ganas de seguir adelante, porque las cosas nunca están perdidas. Por eso no dejes atrás las ocasiones para sonreír, por que siempre hay más que las que tengas para llorar. Por que siempre encontrarás la felicidad en las cosas más pequeñas, en las más insignificantes... pero que para ti, lo pueden significar todo.

Sonreír es gratis y sano, de agrado y fácil.

sábado, 24 de marzo de 2012

Desahogo con-sentido (V)

No hay ninguna persona en el mundo que haya sido hecha para manejar cada golpe que recibe. No estamos hechos de esa manera. De hecho, estamos hechos para enojarnos, llorar, entristecernos, ser heridos, tropezar y caer; sentir. No estamos supuestos a ser capaces de manejar todo. Pero eso es lo que nos hace más fuertes al final. Al aprender de las cosas que perjudican a la mayoría de nosotros. 

Cada acción debe considerarse individualmente realizada. Y analizar cada valor y cada perjuicio que de la misma se deslinda. Cuando los perjuicios superan a los valores, cuando se está sufriendo más que disfrutando, cuando se llora más que se ríe, puede que lo que estés haciendo no valga demasiado la pena. La gente no se percata de que al igual que "un gran poder, conlleva una gran responsabilidad" también "la realización de una determinada acción, conlleva una gran responsabilidad". Más, si ésta, atenta contra sentimientos o emociones. Más aún, si atenta contra la vida de uno.
En ocasiones nos preocupamos más por cosas pasajeras que por aquellas que siempre tenemos ahí. Puede que precisamente sea por eso, porque sabemos que lo tenemos ahí, y que nadie nos la quitará o arrebatará de nuestros dominios. Hasta que un buen día, llega un huracán y lo barre todo. La seguridad es buena y mala: es buena en manos de alguien inteligente, en manos de alguien que sepa usarla sin hacer daño a nadie, que dicha seguridad le sirva de base y apoyo a mantener aquello que quiere consigo mismo sabiendo y teniendo la seguridad, valga la redundancia, que no lo perderá pase lo que pase; es mala en manos de alguien completamente contrario, en manos de una persona que, dando por cierto y seguro cosas que ni han sucedido o quién sabe si pasarán, actúa sin importarle el "perder" aquello que quiere. Y va entre comillas porque para dicha persona, en realidad no observa que lo puede perder, precisamente por esa asquerosa seguridad. Errónea seguridad.

De ahí la razón de ser de mis primeras líneas, que no estamos hechos para poder manejar todo, para poder tenerlo todo bajo control. Tenemos que estar preparados para los imprevistos, para cuando las cosas no nos salgan del todo bien que esperábamos en un principio. En definitiva, tenemos que estar preparados para equivocarnos, fallar, caernos y volvernos a levantar. Y así, una y otra vez. Porque total, si esta es la dinámica del juego de la vida... ¿qué mejor que ir aprendiendo sus reglas cuanto antes mejor?

martes, 14 de febrero de 2012

Vosotros lo llamáis San Valentín. Yo, el día de El Corte Inglés

Pedirle un detalle a alguien es como exigir que te aprueben un examen. Es decir, que no es normal. Para aprobar un examen, por regla general, se debe estudiar de manera que le demuestres al que te corrige que tienes los conocimientos suficientes acerca de la materia como para que considere que, por lo menos, tienes una mediana idea de ello. Por lo tanto, requiere un esfuerzo personal, una fuerza de voluntad que la única persona que puede hacer que nazca es uno mismo. Ni tus padres, ni tus amigos ni nadie. No obstante, éstos te ayudan a ello con sus ánimos y demás. Pero la fuerza de voluntad no te la dan ellos, debe salir de ti mismo. 
Pues un detalle, o los detalles en general, les ocurre igual. Que no tienen porqué exigirse a una persona para que los tenga contigo. Son como regalos. Y los regalos que yo sepa no se piden, simplemente se esperan. A no ser que quieras algo totalmente fingido o artificial, a lo que puedes dejar de leer esta parrafada fruto de una reflexión personal matutina conmigo mismo.

Pues bien, hoy justo hace un año escribí acerca de este día, del catorce de febrero. (Podéis leerlo aquí.) Del día inventado por El Corte Inglés para promover aún más  el amor consumismo a pesar de estos tiempos que corren de crisis debilitamiento económico. La cosa es que me hace mucha gracia alguna de las cosas que se leen por ahí, principalmente Twitter (sí, por si no lo sabéis, amo esta red social).

Es que, en serio, me frustra demasiado y me da asco (ahí, en negrita subrayada para que se note) cuando dicen hoy es 14 de febrero, día de los enamorados. Y digo yo, ¿qué narices pasa aquí? ¿Que el resto del año ya no se está enamorado? ¿Que si hoy no demuestras tu amor incondicional a tu pareja se acaba todo o qué? ¡Venga ya!

Es que entonces eso sería lo mismo que decir que un padre no es padre menos en el día del Padre. Un padre es padre todo el año; y una madre es madre todo el año y no sólo el día de la Madre, y ya está leñe. Pues lo mismo con la pareja, ¿no creéis? Pues eso. Que los detalles no tienen fecha de caducidad como los yogures. Que los puedes tener en el momento que quieras, en el momento en el que más te apetezca o, como yo, en el momento en el que los sienta de verdad, de corazón. 

martes, 7 de febrero de 2012

Y cambiar un "sí" por ese "ya no puedo"

A él, le compren o no pañuelos, nunca le falta una sonrisa en su cara que regalar a los demás. Aunque no tenga absolutamente nada; aunque no vista ropa de marca; aunque tenga que dormir tirado en la calle, literalmente; aunque vengan miles de días grises, él no pierde ni la sonrisa ni la esperanza. Y es entonces cuando te das cuenta de la enorme fortaleza interior que tiene y es la que deberíamos tener cada uno de nosotros. No, no vale rendirse. Cambiemos un por ese ya no puedo. Por idealista que parezca, afrontemos la vida con alegría, en serio, por muy difícil o complicado que sea. Pero al menos decid eso de por mí, que no quede.
Y cuando das el paso de regalar algo más a los demás, que no tiene porqué ser material. A ver, que hay miles de gestos y de detalles que no tienen ningún valor económicamente hablando pero que tienen un enorme valor sentimental y emocional y son los que, en el fondo, valen de verdad y quedan latentes ahí en nosotros, creedme. 
Y es que al final te das cuenta de que, efectivamente, aunque suene grande... los imposibles también existen. 





sábado, 28 de enero de 2012

Desahogo con-sentido (IV)

Hoy intentaré ser breve. Estoy muy agobiado con tanto examen de por medio. Con tanta rallada sin sentido rondando por mi cabeza. Y de ahí mis siguientes palabras fruto de una pequeña reflexión con uno mismo.

Si pensásemos dos veces las cosas antes de hacerlas, nos ahorraríamos muchos sufrimientos. Pero iríamos en contra del principio por excelencia de la mayoría de los mortales. Ese que dice actúa primero y piensa después, ese que va de primero disparar y luego preguntar, "uy, ¿a quién he matado?".
No nos damos cuenta. O es que no queremos hacerlo, que también puede ser. Pero aún quedan personas con corazón en este mundo, ¿sabéis? Aún quedan. ¿Y sabéis también el porqué de que cada vez haya menos personas de esas? De esas que tienen sentimientos, detalles con los demás, sonrisas fingidas y muy costosas con el único fin de arañar en la cara de esa otra persona otra sonrisa pero que ésta sí que sea real, de esas que en ocasiones se confunden con un maldito oso de peluche de cualquier tienda de juguetes de tanto dar y regalar abrazos... ¿Sabéis el porqué? Por culpa de todos. Sin excepción. Por no saber conservarlas. Porque este tipo de personas son como una hoguera: que como no tengas cuidado y te despistes lo más mínimo, se apaga. Y se va. Y no intentes ya encenderla, porque sólo lograrás quemar más aún esas cenizas que fueron algo y que ya no lo serán.

domingo, 8 de enero de 2012

¿Qué tal si nos bebemos nuestros problemas?

¿Sabéis cual suele ser el uno de los problemas más tontos del ser humano? El crearse problemas de donde no los hay, sacar agua del pozo que está seco. En este orden de cosas,  el preocuparse cuando algo parece que no va bien. Diréis, oye, que eso no es un problema... que cuando alguien se preocupa por algo, es porque ese algo le importa. Sí y no, me explico. Como he dicho, cuando algo parece que no va bien. Eso es. En los tiempos que corren, que algo vaya bien suele ser bastante extraño. Ya más aún que vaya muy bien. Siempre suele suceder algo que joda rompa ese gran momento que parecía que era perfecto, esa situación que parecía que iba a para sobresaliente y se queda en el suficiente raspado y gracias. Las personas suelen padecer un extraño suceso: dícese de aquel que está tan acostumbrado a que algo vaya bien que cuando sucede cualquier cosita, por pequeña que sea, ya se está rallando. Y algunas, creédme, son tan insignificantes como el cerebro de un mosquito (o de un cani, ya puestos en el caso).

En fin, la cosa es que siempre, siempre, todos tenemos problemas: ESO ES UN HECHO. Lo que tenemos que intentar hacer es deconstruirlo, hacerlo pequeños añicos como si de un cristal roto se tratase, hasta hacerlo desaparecer. Os pondré un ejemplo: pongamos que el contexto donde nos encontramos es un vaso, un vaso de cristal. Y el problema nos viene en forma de agua, de agua que un tercero nos vierte encima. Ante esto, lo que solemos hacer es ahogarnos en él (yo el primero). Pero, digo yo, ¿y si nos la bebemos? ¿No serían las cosas mucho más fáciles si nos bebiéramos nuestros problemas? Claro que sí, ¡y brindemos a la salud de quien nos ha vertido el agua encima! ¿Porqué? Porque gracias a esa persona, uno aprende. Aprendemos de nuestra familia, de nuestros amigos, de nuestros compañeros... ¡yo aprendo hasta de mi gato! Y, también y porqué no, de nuestros enemigos. Yo aprendo mil veces más de mis errores y de mis enemigos que de las cosas bien hechas y de mis amigos. Recordad que gracias al dolor uno aprende a defenderse. ¿Bicho raro? Quizás, quien sabe. Pero dejadme que me gusta.

Y ahora, para acabar, os dejo con una canción de Extremoduro de la que personalmente me encanta la letra.

Acostumbrado a escapar de la realidad, perdí el sentido del camino.