lunes, 30 de junio de 2014

El cementerio de las redes sociales.

Este año ha sido el último que he cursado de mi carrera (un Grado en Derecho). Para finalizarlo, hay que realizar lo que se llama "Trabajo Fin de Grado". Hay muchísimas más cosas que se esconden tras esas simples palabras: investigación, leer (mucho de hecho), madrugar (o no dormir casi, como era mi caso) y saber trabajar a contra reloj cuando te topas con algún que otro inconveniente (como es el caso que casi finalizado el susodicho trabajo te saquen desde Europa una sentencia sobre tu tema y tengas que modificar casi todo).

Dejando de lado aquellos aspectos más "técnicos" que he analizado y estudiado en dicho trabajo, hay un epígrafe dentro del mismo que fue de invención e investigación completamente propia. No es que el resto no lo sea, que también, sino que éste fue un epígrafe con un tema del que siempre me habría encantado hablar, y tuve mi rinconcito ahí para poder hacerlo. No es otro que El cementerio de las redes sociales. Obviamente no voy a decir aquí todo lo que allí expuse, pero sí las ideas más fundamentales. Porque sí. Porque me apetece. (Y porque tengo que escribir en este blog una vez cada mes).

Como está muy de moda, no hay persona en este mundo que no tenga como mínimo un perfil abierto en alguna red social. Famosas redes sociales como Facebook, Twitter o YouTube. Redes donde se comparten constantemente una ingente cantidad de información personal que a veces no se llega a controlar debidamente y “se nos va de las manos”. Esta información personal cubre distintos ámbitos de nuestra vida: desde la facilitación a la red social de nuestro nombre y apellidos, así como fecha de nacimiento, para la creación del perfil; fotografías de nuestra vida cotidiana; o información de qué estamos haciendo en qué momento del día o incluso exponer un auténtico diario de lo que hacemos o dejamos de hacer.

En resumen, se puede decir que en muchísimas ocasiones se lleva una doble vida: una de cara al mundo de Internet y la otra en el mundo real. Esto es un problema cuando no se sabe diferenciar entre un mundo y otro. Pues en el segundo, si cometes un error fácilmente es olvidado. Pero si este error se comete en este primer mundo, en mundo del ciberespacio, será un error que quede reflejado eternamente en la red.

Esto no es un problema baladí, y muchos autores se han hecho eco de ello. Se habla de la aparición de un problema concreto en el entorno de estas redes sociales. Ciertas redes se han mostrado bastante reticentes a eliminar datos después de que el titular que los puso en su perfil decidiera darse de baja en la misma.

Normalmente, la red social cumple con la decisión de no publicar más los datos. Pero ésta lleva una operación, más que de eliminación de inaccesibilidad para el resto de usuarios. Y esto, por mucho que se quiera, no es lo que pretende una persona que se da de baja en este servicio.

Yo pienso, y me parece la solución más lógica y obvia, que si, por ejemplo, yo publico algo en Internet, debo tener el mismo derecho a publicarlo como a eliminarlo. A fin de cuentas, las personas cambian, evolucionan… maduran en definitiva. Y si publicamos una información determinada (ya sea texto, ya sea imagen, ya sea vídeo) si luego cambiamos de idea sobre ello, debemos poder rectificar.

Pero, ¿qué ocurre cuando el usuario de una determinada red social ha fallecido? Los familiares (o herederos) serían los que tratarían de controlar su memoria digital, siempre y cuando éstos estén en conocimiento de que su familiar poseía esas redes sociales en concreto. No habría más impedimento técnico que acceder a las mismas y darlo de baja.

A decir verdad, esto es un problema que está ahí y que es cada vez más común, por lo que ya las redes sociales van teniendo una serie de protocolos de actuación en estos casos. No obstante esto, y ante las dificultades que pudieran existir, como el desconocimiento a priori por parte de los familiares de la tenencia de un perfil su familiar fallecido en una red social, o el desconocimiento de la contraseña o clave de acceso a la misma, lo único que quedaría sería el emprendimiento de acciones legales en aras de la protección de la memoria digital del fallecido y, en definitiva, el ejercicio del derecho al olvido post mortem por sus familiares.

sábado, 31 de mayo de 2014

Desahogo con-sentido (X)

Me hacen mucha gracia las personas que mienten. No hay nada más que odie en este mundo que la mentira. (O cuando se te queda comida entre los dientes, tampoco lo soporto). Creo que es el momento en el que más llega a usar el cerebro el ser humano, y desarrollar una maravillosa inventiva para intentar oscurecer lo claro, y complicar lo fácil. Intentando evadirse de lo que es evidente, que rompen las palabras con cosas que no son, que se han desarmado ante nosotros mostrando su verdadera cara: que son unos falsos. Y, lo más importante de todo, que dejas de confiar en ellos. ¿Por qué? Porque si lo han hecho una vez... ¿quién te dice a ti que no lo volverá a hacer?

sábado, 26 de abril de 2014

Caminos Infinitos (Capítulo 4 y final).

(Si no has leído el capítulo 3, pincha aquí.)

Nada más se supo de aquel chico. Unos dicen que volvió a equivocarse, que volvió a caer en un camino lleno de oscuridad y tinieblas y fue su más terrible sentencia. Otros dicen lo contrario. Que triunfó. Que en aquel camino que, a priori, se mostraba todo un reto y de todo menos fácil, acabó siendo de los mejores caminos que pudo escoger.

Digamos que fue la mejor elección que pudo hacer en su vida. Y a pesar de aquella apariencia de difícil, fue el que más felicidad le acabó reportando.

No todo lo fácil tiene porqué ser bueno, ni todo lo difícil malo. Aprende a escoger bien. se podía leer en una pequeña nota arrugada, arrojada en el suelo, al principio de todos aquellos caminos infinitos.

viernes, 21 de marzo de 2014

Palabras de ida y vuelta.

Observo cómo la gente tiene trocitos de recuerdos en forma de fotos. Yo también tenía, hasta que se borraron (las tecnologías y los discos duros que los carga el diablo). De todas esas, las que más me dolieron perder fueron las de las personas que quiero y que algunas están y duele menos. Pero otras eran de aquellos que ya no están. Y duele más. Y claro, a veces tienes esa necesidad de ir a esos trocitos de recuerdos que te hacen feliz aunque sea por un momento. Aunque acompañen lágrimas. Pero fueron y siguen siendo momentos felices. 

Intento pensar que esos recuerdos siguen estando en mi cabeza y que no necesito fotos para recordarlos. Pero no. Sucede al igual que cuando repites mucho una palabra y ésta acaba perdiendo su sentido. Y te preguntas que qué estabas diciendo. Pues igual, pero con los recuerdos.
Quizás sea por eso que cuando alguien veo que tiene recuerdos de esa manera, comienzo a sentir una mezcla entre envidia y tristeza de que esa persona pueda y yo no que no es humano. 

Pero en fin, me consuelo pensando que una persona no muere verdaderamente mientras sea recordada. Y con ella permanecen los recuerdos.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Caminos Infinitos (Capítulo 3).

(Si no has leído el capítulo 2, pincha aquí.)

O... o no. respondió una voz tras él—, ¿Por qué? ¿Acaso la vida no consiste en eso? ¿En caerse y volver a levantarse? ¿En caerse y volver de nuevo a levantarse? No hay nada escrito. Si lo estuviera, no habría más que seguir las instrucciones que se nos facilitaran y listo, ¿verdad? ¿Y no crees que así la vida... sería menos vida? concluyó, colocando la palma de su mano derecha sobre su hombro izquierdo. 

El chico, atónito, giró lentamente la cabeza. Pero resultó no haber nadie allí. 
¿Habrán sido imaginaciones mías? se preguntó, sorprendido por aquel extraño suceso. Se puso en pie y tras una breve pausa, añadió—: El caso es que... si fueron simples imaginaciones, razón no les faltaba...

Miro a su alrededor. Todo lo que podía ver eran caminos y más caminos. Caminos infinitos. No obstante, y a pesar de la gran variedad de la que gozaba, tenía miedo. Miedo de equivocarse. De volver a caer en un camino oscuro. Es entonces cuando algunas de las palabras de aquellas extrañas imaginaciones que tuvo momentos antes revotaron en su cabeza. "Caerse y volver a levantarse... La vida es eso... No hay nada escrito..." 

Miro al suelo, y tan pronto como lo hizo, alzó la vista hacia un camino. Sus ojos se fijaron en un camino un tanto... peculiar. A priori, no era bonito. Tenía pinta de difícil, pues nada más a la entrada, se encontraba un puente un tanto peligroso debido al desgaste del mismo por el paso del tiempo. 

¡Decidido! exclamó en voz alta. 

Cogió sus cosas y se lanzó hacia aquel sendero sin pensárselo dos veces. 

viernes, 31 de enero de 2014

Caminos Infinitos (Capítulo 2).


(Si no has leído el capítulo 1, pincha aquí.)

Había creado un camino alternativo y, con ello, una vía de escape a aquel mundo de oscuridad y tinieblas. Una vía de escape en forma de sendero que, sorprendentemente, le devolvió al principio del camino. Al principio de todo. Renació. Pero no renació completamente, pues sus oscuros y terroríficos recuerdos le acompañaban aún fruto de todo lo vivido. Experiencia lo llaman. Había acumulado una experiencia que no es posible conseguirla de otra forma que habiéndose equivocado de camino. Miró a su derecha. Allí se encontraba aquel camino que tomó una vez y del cual aún seguía acordándose. Lucía pletórico. Lo colmaban los rayos del sol que jugueteaban con las ondas de un pequeño riachuelo que por allí paseaba. 

Vaya... no todo lo que aparenta ser bonito acaba siendo lo más bueno... pensó.

Cabizbajo, se sentó a un lado de aquel camino que se bifurcaba en tantos que era casi imposible contabilizarlos. 

Creo... creo que he estado perdiendo el tiempo. He sido imbécil. se decía para sí, suspirando.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Caminos Infinitos (Capítulo 1).

"Volverán tiempos mejores". Eso es lo que se repetía una y otra vez. Llegó a una etapa de su vida en la que nada le salía a derechas. Su desánimo no le abandonaba ni de noche, las cuales era una auténtica odisea llegar a conciliar el sueño. Se preguntaba en qué punto se equivocó de camino en su vida. Estaba andando por lugares que no le eran familiares y se sentía como un niño cuando se pierde en un supermercado. Todo le parecía grande, enorme. Hasta el más pequeño de los problemas se le atragantaba hasta tal punto de ahogarse. No se consideraba la mejor persona del mundo, pero sí una buena persona. Y, por ello, nunca quiso preocupar a los que le rodean, por lo que le tocaba fingir que no le sucedía nada una y otra vez, una y otra vez... Aún así, tenía pequeños momentos en los que llegaba a pensar que aquel sendero tendría alguna salida pronto. Alguna bifurcación hacia la cual poder retomar el buen camino que estaba llevando tiempo atrás. Pero no. Aquél resultó ser cual callejón sin salida. Un callejón, que conforme iba avanzando, más y más estrechas se hacían sus paredes. Si había alguna pequeña luz de esperanza, no era más que un falso atisbo. 

Todo lo que le rodeaba era oscuridad y tiniebla. El tiempo pasaba y pasaba. Nada cambiaba. Todo seguía igual. Exhausto, decidió auparse del mundo por un tiempo. Y pensar. Reflexionar. Pero sin preguntarse demasiados porqués, porque era más fácil encontrar aquel haz de luz que una respuesta a cualquiera de sus múltiples preguntas que tenía.  

A veces, hay que pararse para saber uno realmente dónde se encuentra pensó. 

Tras aquel pequeño período en aquel limbo mental, despertó. Decidió armarse de valor, reuniendo el poco que aún le quedaba en su ser. Con él, comenzó a romper una de las paredes de aquel callejón sin salida. Se le resistía. Pero él no desistió. Tenía claro que quería salir de aquel camino equivocado. No quiso redimirse y continuarlo hasta toparse con aquella sin salida que le esperaba y quedar así atrapado por siempre en bucle. Finalmente, lo consiguió. Se incorporó, mostrando una pequeña satisfacción en forma de sonrisa por la comisura de sus labios. 

Lo... lo conseguí murmuró para sí. 

Había creado un camino alternativo.