domingo, 12 de diciembre de 2010

Por el bulevar de los sueños rotos.

Y de nuevo ese escalofrío que me parte en dos. Parece que efectivamente el ser humano es el único animal que es capaz de tropezar dos veces en la misma piedra. A veces intentamos hacer nuestros sueños realidad y lo conseguimos, pero otras…otras no los conseguimos, y como que al menos por un instante lo ves todo mal. Intentas animarte, porque claro, de qué sirve estar mal cuando estando bien parece que al menos no te afectan tanto aquellas cosas no muy agradables. Efectivamente, a veces nos decepcionamos con las cosas. No, perdón. No solo a veces, creo que casi siempre. El problema radica en que ponemos demasiadas expectativas en esas cosas, nos hacemos una idea idílica de cómo van a suceder los acontecimientos y claro, cuando por fin parece que estás como en un sueño, acaba ese viaje por el maravilloso mundo de las nubes y tocas tierra, abres los ojos y te das cuenta…te das cuenta de que nada, absolutamente nada es como se veía desde ahí arriba. Serán las nubes que tapaban y no te dejaban ver lo que era, será el sol que te destellaba demasiado para poder dilucidar lo que pasaba…no sé. 
Sólo sé que nada es como aparenta ser. Que la vida es como una función de teatro. Todos somos actores y actrices, todos tenemos un papel asignado desde el momento que pisamos escenario y tenemos que llevarlo a cabo para la buena consecución de la obra. Y es que a veces a uno no le gusta del todo el papel que le ha tocado desarrollar, pero qué se le va a hacer, es el que tiene, es el que hay. Y parece ser que no hay posibilidad de un cambio de última hora. 

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