Cuando al pop-rock se le mezcla con un poco de tequila se puede producir un cóctel explosivo. Se llama Maná.

Aunque claro, siempre tenemos una canción que nos hace conocer a un nuevo grupo, y en mi caso, fueron dos y que marcaron el inicio de mi interés por ellos: Rayando el Sol y Eres mi Religión. Y ¿cuánto hace de esto? La verdad es que en comparación para el tiempo que llevan en activo, que es ni nada más ni nada menos que desde 1978 (mismo año de la promulgación de nuestra Constitución Española, curiosamente) es relativamente poco, tan sólo seis años. Pero seis años demasiado intensos podría decir. Seis años durante los cuales han coincidido los lanzamientos de dos discos de ellos. Seis años durante los cuales he tenido hasta la tremenda y excepcional ocasión de poder ir a verles en directo a un concierto, el primero al que he acudido en toda mi vida, en verano de 2007. Fue de estas cosas para lo que adjetivos como genial, estupendo o fantástico se quedan realmente cortos. Pero de esas cosas que, hasta que no pasan y acaba todo, no tomas cuenta de una manera completa lo que has hecho, donde verdaderamente has estado y lo que has presenciado con tus propios ojos. Y ya te queda el recuerdo y ese sueño de poder volver pronto a repetir ese tan perfecto día.
También, y como suele pasar normalmente, conoces al grupo por que oyes la canción de otra persona que la está escuchando, o la oyes de repente en la radio y capta tu atención, o sale en un anuncio o veintemil situaciones más. Pues bien, la "culpable" de que conociese a este grupo y se convierta para mi en lo que se ha convertido, la tiene mi madre. Y desde entonces y suene como suene, nada, absolutamente nada, ha sido lo mismo. Maná me ha acompañado a lo largo de todo este tiempo con sus canciones. Canciones con las que tanto he casi llorado, caso de El muelle de San Blas, como que he saltado, gritado y chillado, caso de Me vale.
Aunque me han acompañado en los buenos momentos, sobre todo lo han hecho en aquellos no tan buenos, en esos instantes en los que parece que nada ni nadie te comprende o no te llegan a consolar lo suficiente, y te sientes como un verdadero bicho raro entre la multitud. Y es entonces cuando encontraba correspondencia en alguna de sus canciones, en su música. Porque como el vocalista de la banda dijo no hace mucho, Fher Olvera, La música es curativa. Y tanto.
Mañanas y mañanas me las he pasado de camino al instituto escuchándoles desde bien temprano. Ahora por las tardes de camino a la facultad. O en el bus. O en la ducha. O simplemente tumbado sobre la hierba en esas tan aburridas tardes que me las pasaba en el campo cuando en mi mente sólo parecía haber más y más problemas, más y más preocupaciones. Y me ocurre, que no me canso de ellos en ningún momento. Que no me pasa como con otras canciones, que cuando las escuchas un par de veces ya estás de canción hasta ahí. No no, Maná es otro mundo. O al menos para mi. Porque cada vez que escucho una canción de ellos voy extrayendo más y más detalles de todo lo que quieren expresar a través de sus letras. Y descubres poco a poco ese pequeño mensaje que te quieren transmitir y que constituye la esencia de la canción.

Es Drama y Luz. Dolor y esperanza. Ángeles y Demonios. Energía positiva. Maná. Nadie como ellos conoce el verdadero valor de la caída y del triunfo.
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