domingo, 23 de octubre de 2011

Las grandes historias.

<<Igual que en las grandes historias, las que realmente importan, llenas de oscuridad y de constantes peligros, esas de las que no quieres saber el final porque...¿cómo van a acabar bien? ¿Cómo volverá a ser el mundo lo que era después de tanta maldad como ha sufrido? Pero al final, todo es pasajero. Como esta sombra. Incluso la oscuridad se acaba para dar paso a un nuevo día. Y cuando el sol brilla, brilla más radiante aún. Esas son las historias que llenan el corazón, porque tienen mucho sentido aun cuando eres demasiado pequeño para entenderlas. Pero creo que ya lo entiendo. Ahora lo entiendo. Los protagonistas de esas historias, se rendirían si quisieran pero no lo hacen, siguen adelante, porque todos luchan por algo.>>
— Samsagaz Gamyi, The Lord Of The Rings.

Y yo añado: Todos luchan por algo que quieren y que desean más que a nada ni nadie en este mundo. Algo por lo que creen. Algo por los que les llena y les mantiene con vida en este mundo. Algo que es como el motor que hace que día a día se levanten de la cama y les dé sentido a cada cosa que hacen, que dicen o que llevan a cabo. Algo llamado sueño, propósito, meta... en definitiva, algo que es su razón de ser y de existencia en este escenario de un gran teatro llamado mundo.
 

domingo, 9 de octubre de 2011

Arriésgate.

Siempre es bueno tomar riesgos. Y además, tomar un montón de ellos. No te quedes con las ganas de hacer algo nunca, o por el contrario, jamás sabrás qué tal te habría salido. 


¡Si caes siete veces, levántate ocho!
Porque sinceramente, no importa dónde termines ni con quién. Siempre vas a terminar de la manera que debería ser. Aunque no nos confundamos: no creo en el destino. En lo que sí creo es en el presente, en que lo que vayas haciendo día a día tendrá sus respectivas consecuencias en un futuro, a veces cercano y otras lejano. Pienso que el destino no nos viene impuesto, que no hay nada escrito sobre nosotros, que no nacemos y tenemos un guión predeteminado ya hasta el día que desaparezcamos de este mundo. No. Somos nosotros los que vamos escribiendo nuestra propia historia y tenemos la potestad, unas veces más amplia y otras veces menos, de confeccionar nuestro día a día, nuestra vida, como nosotros queramos. Tus errores te hacen ser lo que eres. Yo soy de los que piensan que el mejor maestro que puede tener una persona es el error. Porque ellos te ayudan a aprender y crecer con cada elección que tomes, con cada cosa que hagas, con cada camino que decidas emprender en tu vida. Todo lo que uno hace a fin de cuentas vale la pena.
Siempre sé tú mismo y jamás te arrepientas de nada, simplemente aprende de ello.

viernes, 30 de septiembre de 2011

De esos...

De zapatillas y sudadera, así de simple, sin complicaciones alguna. De esos que tienen la empatía demasiado alta: de esos que se ríen cuando los demás lo hacen y lloran al ver a otros en esa misma condición. Así de tonto, así de sentimental.
De esos que prefieren conocer a unos pocos buenos, que no a muchos malos, anteponiendo la calidad a la cantidad.
Introvertido algunas veces, extrovertido otras. Dejémoslo en un atrevido un tanto tímido. Bipolar. De los que se rallan por todo. Y cuando digo todo, es todo. Celoso a momentos. De esos de los que si el rencor tuviera fecha de caducidad se le echaría a perder. Con poco que envidiarme los demás, con mucho que envidiar yo de los demás. Así pues, humilde. Pero orgulloso cuando de defender algo que me importa se trata. De esos que prefieren cine a botellón, playa a montaña, letras a ciencias.
Enamorado de las puestas de sol, de los paseos por la orilla de la paya, del tacto de la arena en mis pies, del sentir de las olas en mi piel.
De los que se quedan embobados viendo cómo llueve una aburrida tarde de domingo, y les encanta ese indescriptible olor a tierra mojada que queda tras el aguacero. 
De los que les gusta levantarse y respirar y oler el aire fresco de la mañana. De esos que tienen cuadernos con apenas unas líneas escritas y lleno de tachones. De esos que se plantan frente a un papel y les encanta dar rienda suelta a su humilde y pequeña imaginación.
De esos que ven a una chica y en lo primero en lo que se fija, por extraño que parezca, es en sus ojos. Y lo segundo, en sus labios. De esos para los que la nostalgia es el pan nuestro de cada día, y algunos recuerdos algo de lo que huyen constantemente. De los que se ocultan para llorar y se suelen guardar para sí demasiados sentimientos; unas veces contradictorios, otras veces sin sentido y bastante improbables. De esos para los que la palabra imposible no existe. En todo caso, improbable. De esos que piensan que la distancia es un castigo, y el dolor a veces un capricho innecesario del ser humano. De los que hacen de la mala suerte y el mal tino, un verdadero hábito de vida.
De los que tienen como mejor maestro al error. Y es el único con el que parece aprender un poco cómo funciona esto llamado vida, todo el mundo que tiene bajo la suela de sus zapatillas.

martes, 23 de agosto de 2011

Y sin embargo...

Prefiero morir vicioso y feliz a vivir limpio y aburrido. Prefiero encontrar una estrella en el fango a cuatro diamantes sobre un cristal. Prefiero que la estrella queme, que sea fuego, a un tacto rezumante de frialdad. Prefiero pisar el duro suelo veinte veces para llegar una sola vez a lo más alto a escalar poco a poco, sin caer nunca pero sin llegar jamás a la cima. Prefiero que me duela a que me traspase, que me haga daño a que me ignore. Prefiero sentir. Prefiero una noche oscura y bella, sucia y hermosa, a un montón de días claros que no me digan nada. Prefiero una cadena a un bozal. Prefiero quedarme en la cama todo el día pensando en mi vida a levantarme para pensar en la de otros. Prefiero un gato a un perro. Porque el gato te araña, es infiel, te ignora, se escapa, pero sabes que, a pesar de todo, no podría vivir sin ti. En cambio el perro es tonto, no sabe nada, te obedece hasta el absurdo. Prefiero las mujeres gato a las mujeres perro, por las mismas razones. Prefiero el mar a la montaña. La vida es una noche tumbado en la playa, mirando las estrellas sin verlas, soñando despierto, dejando que la arena se cuele entre los dedos de mis pies, embriagado de todo. Y la noche, siempre la noche. Nunca la luz del sol. La noche es mágica. Me hace vivir, no pensar. Me pone en movimiento. Rompe mis esquemas. Prefiero las noches frescas de verano, andar con poca ropa, sentarme en el suelo y meterme algo de vida en el cuerpo. La mañana me sabe a dolor de cabeza. Me da sueño. Me quita las ganas de hablar. Me recuerda que soy normal. La noche me hace único. Prefiero el color de la sangre y el de la gris niebla que difumina las cosas. Prefiero experimentar las cosas, aunque me salgan mal. Aunque me hiervan la sangre. Prefiero probarlo todo a morirme sin saber lo que me gusta. Y, más que nada, prefiero la vida que dan sus besos de caramelo y la suave caricia de su piel caliente. 

domingo, 7 de agosto de 2011

Odio ser de carne y hueso en una sociedad de plástico.

Esto es como el juego de la oca. De batalla perdida en batalla perdida y tiro porque me toca.
Lo que más duele de todo, por así decir, es que a pesar de perder uno tiene y debe de sonreír. Aunque sea de manera falsa o artificial. Intentar seguir adelante como buenamente puedas. Ya sea porque pienses que has podido perder una batalla pero no la guerra entera; ya sea porque a penas que te vean ladear la cabeza, te están preguntando que qué te pasa. Cuando tú de lo que menos tienes ganas es de hablar del tema, para no recordar nada.

Aunque sea de manera falsa o artificial...
Notar como eres esa pieza del puzzle que no encaja, que parece que se equivocaron de caja al meterte. Y a pesar de ello, seguir forzando y apretando por si consigues finalmente coincidir con la otra pieza, pero nada. Finalmente te acabas dando cuenta que lo único que logras es deformar el pequeño pedazo de cartón, lo que es lo mismo que hacerle daño. Daño acrecentado por las ilusiones y esas falsas esperanzas que mientras más las odia uno, más lo persiguen allá donde vaya.
En esta batalla, o mejor aún, en esta guerra, ya uno no sabe con qué armas luchar o si ni tan siquiera seguir luchando, por muy de cobardes que suene. Porque total, ¿sabéis una cosa? Soy humano, señoras y señores. Humano que al final acaba cansándose de todo. Humano que nunca parece dar la talla. Humano que parece no vale en absoluto, o así se lo hace ver el resto de seres humanos. Humano demasiado vulnerable a eso considerado por algunas personas sentimientos y por otras, simples juguetes de plástico.

jueves, 28 de julio de 2011

Todos llevamos una cicatriz en la frente.

Harry Potter me ha enseñado a madurar. Ese pequeño gran personaje de una de las mejores sagas que existirá, me ha enseñado a ser lo que soy.  Me ha enseñado a enfrentarme a mis miedos, a luchar por lo que se cree, a ser valiente, a valorar el amor sobre todas las cosas, a juzgar a las personas por su corazón y por sus acciones más que por sus palabras. Harry Potter me enseñó a valorar la amistad, a valorar el amor de una familia y qué pasa cuando ese amor falta, a tener precaución con la ambición y el poder porque corrompe, a no dejarme llevar por el odio y el rencor.

Sus personajes me enseñaron que puedes ser hombre lobo y ser la persona más amable y bondadosa que puedes conocer, me enseñaron que puedes ser bajito y dormir en un armario bajo la escalera y ser el Elegido. Me enseñaron que puedes pasarte horas en la biblioteca entre libros y conocerte las reglas casi mejor que los profesores, y luego ser capaz de romperlas. Y sobre todo que puedes cometer errores, pero que se pueden enmendar. Que puedes ser rencoroso, huraño, tosco y hasta cruel, pero que puedes permanecer amando a una sola persona para siempre, pase lo que pase, que puedes sufrir, pero que debes permanecer fiel aunque haya peligro de morir. Me enseñaron el valor del sacrificio, de la valentía, del altruismo, del amor a los demás.
Harry Potter me enseñó que el mundo no se divide entre buenos y mortífagos, que todos tenemos luz y oscuridad en nuestro interior y que lo que realmente importa es qué parte decidimos potenciar. Me enseñó que es la calidad de las convicciones y no el número de seguidores lo que garantiza el éxito. Me enseñó que no son nuestras habilidades las que muestran como somos, sino nuestras elecciones. Me enseñó que los que nos aman nunca nos abandonan, y que siempre podemos encontrarlos en nuestro corazón. Me enseñó que no hay que tener lástima por los muertos, sino por los vivos, y sobre todo por los que viven sin amor. Me enseñó que el odio, el rencor, la codicia y la ira son poderosos, pero que hay algo que lo supera, algo que mueve el mundo, algo que deja marca, una marca que no es visible y que se encuentra debajo de la piel: el amor. Me enseñó que hay que perseguir un ideal, y que sacrificarse por amor no es una estupidez, sino un acto de altruismo.

domingo, 10 de julio de 2011

Y todo saltó en mil pedazos.

A decir verdad, el dolor más grande es el dolor del alma. El dolor más inmenso y el más complicado de curar pues, no existe cura ni remedio conocido para ella. No existe medicamento. No existe nada.
No obstante hay un calmante, un pequeño calmante que ralentizará el dolor y poco a poco lo aminorará, aunque no lo destruirá completamente. Es un calmante llamado tiempo...
Lo que puede llegar a ser sorprendente, es que existen estudios científicos que demuestran que al igual que necesitamos ser felices, sentirnos bien con nosotros mismos, también necesitamos una pequeña cantidad de, por así decirlo, malestar. Ya se dice que todo en exceso no es bueno. Eso sí, cada ser humano es un mundo en sí mismo, y tiene un límite para ese malestar. Y cuando se sobrepasa aquél índice, llegamos a sufrir, a sentir dolor. Puede ser éste físico o psíquico. Aunque el dolor más nocivo para el ser humano, por regla general, suele ser el psíquico, el que solemos llamar dolor del alma. Porque cuando nos duele el cuerpo, sabemos exactamente porqué es; un leve moratón en la rodilla al caernos de la bicicleta, un dolor en la cabeza al golpearnos accidentalmente con algo... son cosas tangibles y visibles a simple vista. Pero cuando lo que nos duele es el alma, lo que más bien sentimos es tristeza, nos convertimos en seres vulnerables a todo lo que nos rodea, hasta a aquello que en unas condiciones normales no nos afectaría en absoluto. Estando en este estado, nos molesta hasta el leve vuelo de una mosca. Sientes que nadie te comprende, porque a decir verdad, nadie, absolutamente nadie excepto tú sabes cómo te sientes, lo que sientes o cuánto lo sientes. Y lo que sucede es que a veces la mayoría de las personas mueren si haberse conocido ni a sí mismos. Entonces ¿cómo vamos a pretender que otra persona te conozca a ti tanto como ni tú mismo eres capaz? Es absurdo...