Prefiero morir vicioso y feliz a vivir limpio y aburrido. Prefiero encontrar una estrella en el fango a cuatro diamantes sobre un cristal. Prefiero que la estrella queme, que sea fuego, a un tacto rezumante de frialdad. Prefiero pisar el duro suelo veinte veces para llegar una sola vez a lo más alto a escalar poco a poco, sin caer nunca pero sin llegar jamás a la cima. Prefiero que me duela a que me traspase, que me haga daño a que me ignore. Prefiero sentir. Prefiero una noche oscura y bella, sucia y hermosa, a un montón de días claros que no me digan nada. Prefiero una cadena a un bozal. Prefiero quedarme en la cama todo el día pensando en mi vida a levantarme para pensar en la de otros. Prefiero un gato a un perro. Porque el gato te araña, es infiel, te ignora, se escapa, pero sabes que, a pesar de todo, no podría vivir sin ti. En cambio el perro es tonto, no sabe nada, te obedece hasta el absurdo. Prefiero las mujeres gato a las mujeres perro, por las mismas razones. Prefiero el mar a la montaña. La vida es una noche tumbado en la playa, mirando las estrellas sin verlas, soñando despierto, dejando que la arena se cuele entre los dedos de mis pies, embriagado de todo. Y la noche, siempre la noche. Nunca la luz del sol. La noche es mágica. Me hace vivir, no pensar. Me pone en movimiento. Rompe mis esquemas. Prefiero las noches frescas de verano, andar con poca ropa, sentarme en el suelo y meterme algo de vida en el cuerpo. La mañana me sabe a dolor de cabeza. Me da sueño. Me quita las ganas de hablar. Me recuerda que soy normal. La noche me hace único. Prefiero el color de la sangre y el de la gris niebla que difumina las cosas. Prefiero experimentar las cosas, aunque me salgan mal. Aunque me hiervan la sangre. Prefiero probarlo todo a morirme sin saber lo que me gusta. Y, más que nada, prefiero la vida que dan sus besos de caramelo y la suave caricia de su piel caliente.

De camino al viejo embarcadero de la playa contemplaba como el astro rey se escondía entre las nubes, haciendo desaparecer cualquier rastro de él. Es entonces cuando, aprovechando esa calma y con el natural hilo musical del oleaje de fondo, abría su cuaderno y comenzaba a reflejar en él lo que por su ajetreada mente fluía. Cada duda. Cada pensamiento. Cada palabra.
martes, 23 de agosto de 2011
domingo, 7 de agosto de 2011
Odio ser de carne y hueso en una sociedad de plástico.
Esto es como el juego de la oca. De batalla perdida en batalla perdida y tiro porque me toca.
Lo que más duele de todo, por así decir, es que a pesar de perder uno tiene y debe de sonreír. Aunque sea de manera falsa o artificial. Intentar seguir adelante como buenamente puedas. Ya sea porque pienses que has podido perder una batalla pero no la guerra entera; ya sea porque a penas que te vean ladear la cabeza, te están preguntando que qué te pasa. Cuando tú de lo que menos tienes ganas es de hablar del tema, para no recordar nada.
![]() |
Aunque sea de manera falsa o artificial... |
En esta batalla, o mejor aún, en esta guerra, ya uno no sabe con qué armas luchar o si ni tan siquiera seguir luchando, por muy de cobardes que suene. Porque total, ¿sabéis una cosa? Soy humano, señoras y señores. Humano que al final acaba cansándose de todo. Humano que nunca parece dar la talla. Humano que parece no vale en absoluto, o así se lo hace ver el resto de seres humanos. Humano demasiado vulnerable a eso considerado por algunas personas sentimientos y por otras, simples juguetes de plástico.
jueves, 28 de julio de 2011
Todos llevamos una cicatriz en la frente.
Harry Potter me ha enseñado a madurar. Ese pequeño gran personaje de una de las mejores sagas que existirá, me ha enseñado a ser lo que soy. Me ha enseñado a enfrentarme a mis miedos, a luchar por lo que se cree, a ser valiente, a valorar el amor sobre todas las cosas, a juzgar a las personas por su corazón y por sus acciones más que por sus palabras. Harry Potter me enseñó a valorar la amistad, a valorar el amor de una familia y qué pasa cuando ese amor falta, a tener precaución con la ambición y el poder porque corrompe, a no dejarme llevar por el odio y el rencor.
Sus personajes me enseñaron que puedes ser hombre lobo y ser la persona más amable y bondadosa que puedes conocer, me enseñaron que puedes ser bajito y dormir en un armario bajo la escalera y ser el Elegido. Me enseñaron que puedes pasarte horas en la biblioteca entre libros y conocerte las reglas casi mejor que los profesores, y luego ser capaz de romperlas. Y sobre todo que puedes cometer errores, pero que se pueden enmendar. Que puedes ser rencoroso, huraño, tosco y hasta cruel, pero que puedes permanecer amando a una sola persona para siempre, pase lo que pase, que puedes sufrir, pero que debes permanecer fiel aunque haya peligro de morir. Me enseñaron el valor del sacrificio, de la valentía, del altruismo, del amor a los demás.
Harry Potter me enseñó que el mundo no se divide entre buenos y mortífagos, que todos tenemos luz y oscuridad en nuestro interior y que lo que realmente importa es qué parte decidimos potenciar. Me enseñó que es la calidad de las convicciones y no el número de seguidores lo que garantiza el éxito. Me enseñó que no son nuestras habilidades las que muestran como somos, sino nuestras elecciones. Me enseñó que los que nos aman nunca nos abandonan, y que siempre podemos encontrarlos en nuestro corazón. Me enseñó que no hay que tener lástima por los muertos, sino por los vivos, y sobre todo por los que viven sin amor. Me enseñó que el odio, el rencor, la codicia y la ira son poderosos, pero que hay algo que lo supera, algo que mueve el mundo, algo que deja marca, una marca que no es visible y que se encuentra debajo de la piel: el amor. Me enseñó que hay que perseguir un ideal, y que sacrificarse por amor no es una estupidez, sino un acto de altruismo.
domingo, 10 de julio de 2011
Y todo saltó en mil pedazos.
A decir verdad, el dolor más grande es el dolor del alma. El dolor más inmenso y el más complicado de curar pues, no existe cura ni remedio conocido para ella. No existe medicamento. No existe nada.
No obstante hay un calmante, un pequeño calmante que ralentizará el dolor y poco a poco lo aminorará, aunque no lo destruirá completamente. Es un calmante llamado tiempo...
No obstante hay un calmante, un pequeño calmante que ralentizará el dolor y poco a poco lo aminorará, aunque no lo destruirá completamente. Es un calmante llamado tiempo...
Lo que puede llegar a ser sorprendente, es que existen estudios científicos que demuestran que al igual que necesitamos ser felices, sentirnos bien con nosotros mismos, también necesitamos una pequeña cantidad de, por así decirlo, malestar. Ya se dice que todo en exceso no es bueno. Eso sí, cada ser humano es un mundo en sí mismo, y tiene un límite para ese malestar. Y cuando se sobrepasa aquél índice, llegamos a sufrir, a sentir dolor. Puede ser éste físico o psíquico. Aunque el dolor más nocivo para el ser humano, por regla general, suele ser el psíquico, el que solemos llamar dolor del alma. Porque cuando nos duele el cuerpo, sabemos exactamente porqué es; un leve moratón en la rodilla al caernos de la bicicleta, un dolor en la cabeza al golpearnos accidentalmente con algo... son cosas tangibles y visibles a simple vista. Pero cuando lo que nos duele es el alma, lo que más bien sentimos es tristeza, nos convertimos en seres vulnerables a todo lo que nos rodea, hasta a aquello que en unas condiciones normales no nos afectaría en absoluto. Estando en este estado, nos molesta hasta el leve vuelo de una mosca. Sientes que nadie te comprende, porque a decir verdad, nadie, absolutamente nadie excepto tú sabes cómo te sientes, lo que sientes o cuánto lo sientes. Y lo que sucede es que a veces la mayoría de las personas mueren si haberse conocido ni a sí mismos. Entonces ¿cómo vamos a pretender que otra persona te conozca a ti tanto como ni tú mismo eres capaz? Es absurdo...
martes, 28 de junio de 2011
La vida es corta, aprovéchala.
Podría comparar nuestra vida con la vida de una mariposa. La mariposa, por regla general y salvo excepciones, vive unos treinta días aproximadamente. Es irracional, y no sabe en verdad que sus días están contados desde el momento de su nacimiento del huevo. Luego, pasa a ser la inexperta y joven oruga, lo que podemos comparar con nuestra infancia, cuando comenzamos a andar, cuando empezamos, en definitiva, a conocer nuestro alrededor. Y posteriormente se encierra en la misteriosa crisálida, lo que podríamos asemejar a la juventud, a aquella etapa de nuestra vida en la que en determinados momentos uno se encierra en sí mismo para, o bien preguntarse sobre cuestiones que nunca antes se había preguntado; o bien se cierra como método de defensa ante las amenazas de la ingenuidad infantil; o bien para encerrarse en sí mismo, creyéndose de esta manera el ombligo de mundo, bajo el estandarte de Me, Myself and I.
![]() |
Tú y sólo tú eres el arquitecto de tu vida. |
Que por cada minuto de tu vida que pases enfadado, odiando a alguien o simplemente diciendo lo miserable que es tu vida, son sesenta segundos que te restas de poder vivirla como más a ti te apetezca. Tú y sólo tú eres el arquitecto de tu vida.
¿Sabéis aquello que os podría ayudar a conseguir tal estado de ánimo? Es simple: daros cuenta de que respiráis el olor de la tierra mojada; daros cuenta de que podéis ver el encapotado cielo azul tras un día de lluvia; daros cuenta de que podéis oír el dulce canto de los pájaros; de que podéis saborear el amargo café de cada mañana; daros cuenta de que podéis sentir el latir de vuestro corazón; daros cuenta... de que estáis vivos.
sábado, 25 de junio de 2011
Yo amo los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles...
...como pompas de jabón. Sí, sólo son pompas de jabón. Simples pompas de jabón. Pequeñas y con escaso tiempo de vida frente a nuestros ojos. Salen todas al unísono impulsadas por nuestro aliento hacia el mismo destino y en ese mismo instante te inunda un infantil sentimiento de alegría. En cuestión de segundos, una tras otra, van descendiendo lentamente a cual hoja cae del arbol en otoño. Y al rozar, según con qué superficie, dejan apenas una pequeña latente huella de sí. Queda estancada por un instante el alma del pequeño soplador, como si hubiese emprendido un viaje con rumbo a merced del viento y hubiera perdido a mitad de camino a su compañero.
![]() |
Y en ese mismo instante te inunda un infantil sentimiento de alegría. |
Pero la melancolía dura poco, hasta que vuelve la alegría del juego con su cruel sucesión. ¿Qué son las esperanzas frustradas sino ocasiones para nuevos intentos? Aun así, el juego prosigue incansablemente. Vuelven a flotar las pompas desde lo más alto y de nuevo divisa el soplador sus frágiles obras de arte con alegría durante su vuelo por el delicado espacio que las rodea.
Cuando una de ellas es grande y fuerte, se eleva contra todo pronóstico, esquivando los obstáculos que, sin duda, con apenas un roce la harían fallecer. Cuando se eleva hacia el cielo hasta que tu vista no la alcanza...
sábado, 11 de junio de 2011
Rendirse o luchar.
Ya sé que es más fácil tirar la toalla que echarle el valor suficiente a las cosas. Porque echarle valor siempre cuesta mucho más que abandonar, que darte por vencido, que dejarlo todo por perdido...
![]() |
El éxito está a un paso más allá de donde estés a punto de tirar la toalla. |
Pero no te quedes sin hacer nada, actúa. No te quedes mirando a la nada que la vida pasa, el tiempo corre, los trenes continúan hasta su próxima parada. Quizás te encuentre en un momento de tu vida que no sepas qué hacer o hacia dónde ir. Pero coge uno, no el más bonito, ni el más lujoso ni el más caro. Vete al panel de información y observa los destinos que te puede deparar cada uno. Y simplemente coge aquél que te lleve a un destino el cual tú quieres, deseas, anhelas, sueñas. Sin importar lo demás. Pero cuidado y no te equivoques de andén, ya que el destino podrá ser muy diferente al que tú pretendías. Aunque lo bueno de todo tren, es que siempre tiene una próxima parada, y es ahí cuando tendrás que valorar si parar o continuar.
Pero estás en el andén, dejas que los trenes pasen y los acabas perdiendo. Luego, cuando se ha marchado, te arrepientes y gritas desesperadamente. Pero ya no se va a detener. Ni dará marcha atrás
Recuerda; es muy fácil tirar la toalla y que sólo una cosa convierte en imposible un sueño; el miedo a fracasar. Pero… ¿sabes qué? En realidad, en la vida no existen los fracasos. Para nada. Existen sólo las experiencias. El secreto de la vida es tener más comienzos que finales. Si te equivocas de andén siempre tendrás la oportunidad de rectificar. Y, además, te llevas la experiencia de aquello y evitas volver a tomar el tren equivocado. Según dicen por ahí, rectificar es de sabios y, añado yo, que de gente sensata y madura.
No lo olvides: El éxito está un paso más allá de donde estés a punto de tirar la toalla. Entonces pregunto ¿Nos rendimos? ¿O seguimos luchando por lo que queremos? Tú decides.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)