sábado, 14 de julio de 2012

Desahogo con-sentido (VII)

Hoy es una de esas noches nostálgicas en las que mi mente sólo se llena de recuerdos. Algunos los catalogo de recuerdos inútiles. Otros, de bonitos. Otros, que hacen daño. Otros... otros que yo qué sé qué sé yo cómo llamarlos. Y de ideas. De muchas ideas de ciertas cosas que uno ve por ahí, oye y calla. Y calla. Y vuelve a callar. Hasta que explota. 

Hipocresía. ¿Por qué? ¿Por qué os encanta tanto ser falsos? ¿Os pagan? ¿Os da morbo? Porque es que no lo entiendo. Tenéis demasiadas caras. Tantas, que ni vosotros ya os acordáis de las que tenéis. Y, claro, es cuando llega la confusión y no sabéis ya ni cuál de ellas poneros. Me dais asco. Mucho asco. Y ya estoy aguantando demasiado creo. Otro en mi lugar habría ya cometido alguna locura. Y posiblemente ésta revistiere la figura de delito. Ay si la mente delinquiera... estaría ya en la cárcel y con cadena perpetua probablemente. 
Pero bueno, la verdad es que uno ya está curtido en este tipo de campos de batalla (en el de la hipocresía me sigo refiriendo). Y ya como que me resbala bastante todo. Como que estoy intentando aprender a pasar de todo. Y cuando digo todo, es todo. Me va a costar muchísimo esfuerzo, la verdad. Porque no soy así. Pero si tengo que serlo para dejar de sufrir o, al menos, para no sufrir tanto, mejor que mejor.
Pero, por ahora, a ver si mis amigas las lágrimas me ayudan a arrastrar un poquito lo que tengo dentro de mi y lo lleva lejos, muy lejos, allá donde no pueda ni verlo...

domingo, 1 de julio de 2012

Treinta de junio de dos mil doce.

Hoy va a ser una entrada de blog un tanto personal a la vez que inusual por mi parte, pero la ocasión lo merece. Allá va.

30 de Junio de 2012. Esta es una fecha más para cualquiera de los que me estén leyendo. Pero, para mi, ha significado mucho más de lo que a primera vista pueda aparentar. Podría decirse que esta fecha ha significado demasiado para mi. Comencemos por el principio, como se suele hacer.

Comienza el día de una manera un tanto madrugadora, a las seis de la mañana, habiendo dormido apenas tres horas. Bueno, luego dormiré en el autocar rumbo Madrid, pensé. Pues ni de coña. Era imposible y eso que no eran tan incómodos los asientos. Aún así fue inevitable el dar un par de cabezazos de un lado a otro mientras luchaba por no quedarme dormido al querer observar el paisaje que iba dejando atrás a la vez que escuchaba a los que, horas más tarde, haría en vivo y en directo.
Llegando a Madrid, mis nervios aumentaron. No ya por el concierto, que no era algo nuevo para mi, sino por otra cosa. Iba a conocer en persona al fin tras casi tres años a una persona que puedo aseguraros que es de las cositas más importantes que tengo en mi vida. Se llama mi mejor amiga. La que ha estado haciendo cosas en estos casi tres años que otros en casi toda una vida conmigo no se han atrevido a hacer. Llego a la estación Sur de Madrid. Nunca había estado en tal estación. Ya sé lo que es sentirse más perdido que un pingüino en un desierto. Pero yo sabía que tarde o temprano la acabaría viendo: o ella a mi, o yo a ella. Fue la primera opción, y al grito de "¡FRAAAAAAN!" ¿Sabéis lo que es querer ver a una persona desde hace tanto tiempo y que no pudieras y que un buen día lo logres hacer? ¿Sabéis la felicidad que eso proporciona? Pues eso. La vi y, aunque sé que ella no es de muchos abrazos y que tiene  complejo de Amador (sí, el de la serie de "La que se avecina") la espachurré cual esponja. Tras eso y después de saber cómo tenía que llegar a la Ciudad del Rock donde daría lugar el Rock in Río, marché con ella a descubrir mundo. Nos echamos fotos. Sonreímos. Reímos. Comimos juntos. Hablamos de mil cosas. Y creo que se lo dije, pero por si acaso lo vuelvo a decir, que gracias por acompañarme hasta la parada de metro que tenía que coger para ir a Arganda. Porque sin ti, sinceramente, creo que me habría perdido por allí o algo JAJAJA. Y... llegó la hora de despedirse. Odio las despedidas. Mucho. Demasiado. Más cuando me toca despedir a personas que son tanto para mi. De hecho, y lo adelanto aquí, cuando acabó el Rock in Río hubo que volver a Madrid, a la estación Sur. Y mirase donde mirase, recordaba los momentos que andé por allí con ella. Hasta cuando fui a desayunar (sí, he desayunado en Madrid, ya veréis porqué...) me senté muy cerca de la mesa donde me senté con ella para comer. Y, no sé, joéh. Es que soy demasiado nostálgico a veces. Y de decir que me ha dado pena irme de Madrid por todo esto. Volviendo a la despedida, como todos bien sabemos, lo que empieza alguna vez tendrá que acabar y esto no iba a ser menos. Nos despedimos con el pensamiento de volver a vernos pronto. Es que, la verdad, se me hace duro el no tener a mi mejor amiga aquí, conmigo, físicamente hablando. Y tan solo tenerla a través de una maldita pantalla. Y ya sabéis lo que pasa cuando probamos algo que nos gusta: que queremos volver a repetir. Y el verla a ella no se me queda a mi atrás. Y... pasa lo que pasa, joéh. Y así, como apunte, se me quedó grabada la carita con la que me despidió de penita. Era de penita pero mezclada con un toque de amor que asdasdasd. Vosotros me entendéis, ¿verdad? Pues eso. Y yo, que ahora que lo pienso me vi patético, le lancé un beso al aire JAJAJA ¿Loquero? Gracias. Pero ella sonrió, y yo fui feliz.
Una vez ocurrió tooodo esto, tocó ir hacia Arganda. Tras un par de metros y un bus, llegué a la tan ansiada Ciudad del Rock. Aquello era enorme. No, perdón. Aquello era ENORME. Había de todo. Muchísimas tiendecitas de souvenirs del evento, restaurantes para comer, bares... ¡hasta un Telepizza! (Fan por hacer publicidad así gratuitamente.) Había también una noria, una tirolina... en fin, que aquello era justo lo contrario de lo que me pude imaginar.
¡Y comenzó la locura de los conciertos! Actuaron El Pescao, Maldita Nerea, La Oreja de Van Gogh, Macaco, Lenny Kravitz y mi amado Maná. Luego, para cerrar ese día, un tal Luciano del que opino que lo conocían sólo en su casa. Una anécdota: fue acabar el concierto de Maná, y este pobre hombre se quedó solo (literalmente hablando) en la zona del escenario. Risas mil.
Durante la actuación de Maná estaba deseando que tocasen cierta canción para llamar a cierta persona. Al final, con suerte y todo, la tocaron. Eres mi religión se llama. No soy mucho de dedicar canciones pero, esta se la dediqué hace cerca de nueve meses a la que ahora es mi chica. Y flipó al escucharla en directo.♥
Total, llegaron las tres. Se vendió todo el pescao' y era momento de regresar a Madrid para, a su vez, regresar a Córdoba.
Cogimos un bus que fue directo de la Ciudad del Rock al santuario del fútbol, también conocido como Estadio Santiago Bernabéu. De allí, nuestra intención era coger un metro a la estación Sur pero... wait. Eran ya cerca de las cuatro, y el metro estaba cerrado. Por lo que tocó coger taxi. Después de un buen paseito, llegamos a la estación pero, oh, otra sorpresa más: la estación estaba cerrada hasta las cinco de la mañana. Y eran las cuatro y poco aún. Y, para colmo de los colmos, hacía un frío de invierno en la capital. Y yo en pantalones cortos y camiseta corta. Imaginaros el resto. 
Al fin abrieron y logramos entrar. Allí se estaba más calentito. Pero el sueño ya podía conmigo. Llevaba justo veinticuatro horas sin pegar ojo, desde la noche anterior. Ni un café ni una bomba que me pusieran podían despejarme el SUEÑACO que tenía. Y sólo os digo que, hasta las nueve, no pude coger el bus que me traía a Córdoba. Y menos mal que lo cogí a las nueve... porque en realidad tendría que coger el de las diez, pero logré cambiar la hora.
Tras cinco intensas horas de bus de camino de vuelta de las que apenas he logrado dormir dos horas y en las que me debatía en cómo narices colocarme en el asiento para poder pegar ojo, aquí estoy escribiendo estas líneas con unas ojeras más grandes que las bolsas del Mercadona. Porque sí. Porque necesitaba dejar plasmado este día que, sin duda, jamás se me olvidará por dos razones fundamentales: una se llama Maná y, la otra, y para mi la más importante, por mi mejor amiga.
Gracias por el tiempo pasado allí conmigo, por tener que desplazarte desde la otra punta de Madrid para tan solo verme a mi, por ser como eres, porque eres genial tanto a través de una pantalla como en persona (aunque yo me quedo con "en persona", que así puedo intentar tirarte de un banco mientras pides ayuda a una señora que pasa olímpicamente de ti JAJAJA♥), y simplemente... gracias por ser mi amiga.

Sin más dilación me despido por hoy. 
Y de paso aprovecho y os deseo a todos un feliz verano.

¡Sed felices!

martes, 26 de junio de 2012

¿Eres tú mismo?

Personalidad, un tema bastante calentito. Llevo meses leyendo la misma palabra en muchos lados, y siempre acompañada de argumentos favorables y detractores a estas modas. Y es que ‘moda’ es otra palabra que se asimila a la anterior, es la misma bomba pero con otro nombre. Hay modas pasajeras, como ocurre con la ropa todos los años, pero hay otras que causan tumores, y serios, véase el señor Justin Bieber o los señores One Direction. [Y a partir de aquí quizá empiecen a lanzarse al cuello sus fans]. Todos tenemos gustos, ya sean de programas, de ciertas prendas de ropa o, como en este caso, de música. A mi, por ejemplo, me gustan muchos grupos/músicos, pero mi cuenta en Twitter no es puro spam de ellos. No sabéis (o quizá sí) lo amargante que es leer únicamente Trend Topics de esta gente. Es algo agobiante, hasta perjudicial para la salud. Y lo peor es que, como hagas la mínima crítica de ello, cientas (porque la mayoría son chicas) de fans irán a por ti cual hiena enferma con ganas de matar. Pero bueno, me estoy desviando demasiado del tema.
Retomando lo de las modas, es algo innegable que se ha fraguado un nuevo prototipo de persona moderna, hipster, lo llaman algunos. Y es aquí donde el camino se bifurca: si eres pro-hipsterismo, todos te dirán que no tienes personalidad y que deberías ser tú mismo, a lo que tú probablemente responderás que cada uno hace lo que quiera con su vida. Por otro lado, si eres anti-hipsterismo, te dirán que te crees aún más moderno por ser un ‘antisistema’, a lo que seguramente dirás que no eres como los demás porque tienes personalidad. Yo quiero partir de que, como leí hace un tiempo, en el momento que sigues una moda antisistema también formas parte de otra manada. Diferente líder, pero igualmente manada. Por muy alternativo que quiera ser alguien, siempre estará siguiendo unos ideales, aunque éstos estén menos extendidos, y es por ello que siempre seremos de un grupo. Pero claro, desde ese punto de vista todos deberíamos ser momias para no pertenecer a alguno, y las cosas no son así. Yo pienso que una persona no es nadie para arremeter contra cómo es, qué hace o lo que sea de otra persona. Ojo, no estoy diciendo que no se pueda criticar a otra persona, entendiéndose la crítica como el pensamiento o la opinión que se tiene sobre algo, porque eso sí lo veo lógico, porque TODOS somos libres de tener nuestra libre opinión, aunque algunos se esmeren en privarnos de ese derecho. Con lo que no estoy de acuerdo para nada es con la gente que hace ciertas cosas porque ‘son muy trendings’. Hay gente que es diferente porque así lo sienten, pero otros lo son porque así lo dice la sociedad, y seguro que tienes ahora algún ejemplo de estas personas en mente. Como dije al principio, es un tema muy calentito, además de que hay tantas opiniones diferentes como números, vamos, infinitas. También se podría hablar largo y tendido sobre la hipocresía, tema muy relacionado con el que estoy tratando y que, por desgracia, está de moda hoy día.
Puntos de vista hay miles, tanto a favor como en contra del ‘modernismo’, pero nunca hay que dejarse influir por el resto, siempre hay que hacer, vestir, llevar, decir y escuchar lo que TÚ quieras. Paz y que todos disfruten de la libertad.

Escrito por Daiduque.

sábado, 19 de mayo de 2012

Tenemos momentos en los que, lo que más nos apetece, es tumbarnos en la cama, escuchar música y dejar que la imaginación vuele. Este, al menos, es mi método de defensa ante los problemas y demás ralladas. 
A veces no es que quiera estar mal porque sí. Es de locos pensar que una persona se hace sentir mal así misma porque le gusta o porque quiera estarlo. O de locos, o algo propio del masoquismo. Incluso en ocasiones no estoy mal pensando que estando así voy a estar mejor, nada más lejos de la realidad. Uno está así porque me viene estar así. Sin más. Exteriorizar que me siento mal y ya está.

Trabalenguas a parte, también tiene mucho que ver el mundo que te rodea. Si estás rodeado de gente que te quiere, que te apoya y que te hace sentir vivo, tienes una gran razón para seguir adelante y darlo todo por ellos. Tienes una gran razón por la que sonreír.
Pero, si por el contrario, sólo estás rodeado de problemas, de tristezas, de noches sin dormir y que tu única compañía sean tus lágrimas, las razones para ello escapan. Entonces, tienes una gran razón por la que llorar.
Sonreír o llorar, esa es la cuestión...

domingo, 13 de mayo de 2012

¿Y si mi problema tiene, como única solución, el olvido?

Pues va a ser complicado solucionarlo, pero no imposible. Así que, comienza a olvidar poco a poco. Es como alguien que tiene que dejar el alcohol: no puede dejarlo de un día para otro de golpe porque recaería en seguida. Con el olvido opino que ocurre de forma parecida: no podemos dejar de olvidar de un día para otro de golpe, tenemos que ir olvidando poco a poco cada recuerdo sin hacernos mucho daño.

Vale. Todo esto me pasa por hacerme ilusiones.

Ya. Si las ilusiones... las ilusiones son las armas más peligrosas con las que podemos jugar.

viernes, 4 de mayo de 2012

Esa puta llamada vida.

Va siendo hora de asumirlo, Fran. La ley de vida no es indiferente a nadie y no deja de actuar. Es la única ley inderogable que existe y existirá entre nosotros por y para siempre. Pero, como toda ley que se menosprecie, debe tener su carácter de injusticia. Y esta no iba a ser menos. Es una ley injusta. Se ceba con los buenos y recompensa a los... dejémoslo en un "no tan buenos". 
El problema es que el pensamiento de "pasa de ellos, ya el tiempo les dará lo suyo" no es que me consuele mucho y menos aún ahora. Cuando sé que, aplicando esta ley, caeré yo antes que todos esos que tratan de tirarme. A mi, a los que me rodean y a los que quiero.

Sigamos con ella. Ella... Al menos me siento orgulloso de no ser de aquellos que no valoran lo que tienen hasta que lo pierde. Yo la valoré siempre mucho aunque, para qué engañarnos, no fue hasta cuando su salud pendía de un hilo cuando no había día que no escapaba a mi pensamiento. Días que me ha costado horrores tener que anteponer una sonrisa a una lágrima, una buena cara a un mal pensamiento, un estar rodeado de personas a un estar solo.
Y ahora señores, ahora es cuando he recibido otro palo en mi vida. De esos que duelen. De esos que dejan marca. De esos que... desearías recibir antes otro que ese. Aunque bueno, lo veía venir. Y dicen que cuando uno ve venir las cosas, como que sabe acomodarse al golpe, llorar lo menos posible y aguantarse al dolor. No obstante... nobody say it was easy, como diría cierta canción de Coldplay que me acompaña mientras escribo estas húmedas líneas.

La solución se plantea bien simple: venirse arriba. No queda otra. No me vale de nada estar ahí, a ras de suelo, contemplando como la gente sigue caminando allá donde vaya y yo allí respirando polvo. No. Y hasta yo lo reconozco y me lo digo delante del espejo: Fran, tienes que venirte arriba. Remontar el vuelo. Lo sé, así que no necesito que nadie me diga eso. Digamos que la teoría siempre la he llevado de notable. Donde siempre he suspendido es en la práctica. Y aquí es donde está el verdadero problema. No sé cómo hacerlo. Me encuentro como en la situación de un escalador inexperto que nunca ha escalado por esta montaña llamada ley de vida. Y que, aunque quiera llegar a la cima y enclavar allí su bandera, no sabe cómo ni dónde ir clavando esos puntos de apoyo que le ayuden llegar a lo más alto. Así estoy. Y así estaré hasta que alguien descubra un mapa que te indique cómo salir de esta. Aunque lo más irónico de todo es que tendré que ser yo quien encuentre ese mapa.

Supongo que... estarás bien. Allí arriba. O abajo. O donde quiera que estés ahora mismo. Que siempre me quedaré con las ganas de darte otro abrazo, y de que tú me lo des; y de que me entretengas durante una tarde jugando a un juego que ni sabes cómo se juega con tal de verme sonreír; y que me des parte de tu comida en esos momentos en los que esperaba a que vinieran a recogerme de tu casa; y volverte a ver cómo te comías las uvas en nochevieja minutos antes que todos nosotros y yo reírme por ello; y que me vuelvas a dar mi regalo de cumpleaños envuelto en una servilleta del restaurante en el que estemos, ya sabes lo qué; y volver a escucharte decir todas las cosas que me decías y que no caben aquí y que, a fin de cuentas, quiero que queden entre tú y yo.  
Y que nunca olvidaré eso de "tú estudia, que seas alguien el día de mañana". Lo pensaba ser. Pero ahora, más que nunca, lo pienso ser. Por mi obviamente. Pero desde ahora por ti también. Para que sigas bien orgullosa de mi como demostrabas en tu mirada cada vez que nos veíamos.

Y que... te quiero.

domingo, 8 de abril de 2012

Desahogo con-sentido (VI)

"Estamos hechos de cicatrices, depende de nosotros cerrarlas o dejarlas sangrar".

Por más que digan, uno aprende verdaderamente cayendo. Ni experiencias ni habladurías de los más mayores. Nada de eso te enseña tanto como una caída. Y no sólo una vez, sino una tras otra... Hasta que quede una cicatriz que te haga recordar esos errores que cometiste y que te hicieron ser ahora quien eres. A fin de cuentas, las cicatrices del pasado sirven para eso: para que no se te olvide cuándo y porqué caíste, o no tiene porqué ser que hayas caído tú. Muchas veces no caemos nosotros solitos, sino que hay alguien que nos empuja y provoca nuestra caída.  Así, nos recuerdan también quién te empujó a que rozaras tu cuerpo contra el suelo. Y todo ello para que no lo vuelvas a hacer y la próxima vez esquives el golpe. O al menos, lo intentes. Ya que por más que uno intenta esquivar palos, siempre hay alguno que no ves y que te golpea de lleno. Porque claro, sabes el daño que te hiciste y, lo más normal, será que no quieras volver a sangrar. Salvo que seas un masoquista, que ahí entonces ya apaga y vámonos. 

Así, las cicatrices son buenas visto así: te hacen recordar el qué te las provocó y la enseñanza que obtuviste de aquella. Y lo más importante: nos hacen recordar que el pasado, efectivamente, fue real.